Almería volvió ayer a despertarse sobresaltada tras la ola de disturbios causados en la localidad de La Mojonera por un grupo de subsaharianos que trataban de vengar la muerte de un compatriota a manos de un marroquí, que previamente había intentado robar a la víctima. Como ocurrió hace tres meses con la muerte de otro inmigrante en Roquetas de Mar, instituciones y oenegés se apresuraron a negar cualquier componente racista tras los altercados, que se repitieron al mediodía, y subrayaron que detrás está la frustración de un colectivo con altas tasas de desempleo y marginación.

Según la Guardia Civil, todo comenzó a las nueve de la noche del domingo en un céntrico locutorio, cuando Sega S., de 24 años y natural de Malí, se percató de que tres marroquís querían robarle la cartera.

REYERTA EN EL DESCAMPADO Los presuntos ladrones salieron corriendo seguidos por el joven y sus amigos, y ambos grupos se enzarzaron en una violenta pelea en un descampado cercano. La pelea acabó cuando Mohamed S., de 28 años, extrajo un cuchillo y apuñaló en el tórax al joven maliense, que falleció casi en el acto.

La muerte del joven, que llevaba poco tiempo en España, desató la ira de sus compañeros subsaharianos, que trataron de vengarse de los magrebís. Al menos una veintena de personas se dirigieron a la calle de Solera, en la que se ubican tanto el locutorio donde se produjo el intento de robo como varios establecimientos de marroquís. Armados con palos y piedras, causaron numerosos desperfectos en comercios, vaciaron contenedores e incendiaron tres vehículos, hasta que fueron disueltos por los antidisturbios.

La policía detuvo a los tres marroquís que participaron en la reyerta inicial, así como a tres subsaharianos oriundos de Guinea Bissau y Costa de Marfil. Durante la mañana de ayer, los agentes cargaron varias veces para disolver a grupos de subsaharianos que pretendían repetir los altercados. Aunque por la tarde volvió la calma, un amplio dispositivo policial se mantiene en la zona en prevención de nuevos incidentes.

Esta es la segunda ola de disturbios protagonizada por inmigrantes subsaharianos desde septiembre. Fuentes de Almería Acoge insisten en que se trata de un hecho aislado que afecta a "dos grupos de excluidos".

A esto se suma la precaria situación en la que viven estos inmigrantes, donde la frustración encuentra un excelente caldo de cultivo en la falta de empleo y de expectativas de futuro. Muchos de ellos carecen de papeles.