TStalgo de Cáceres. En la carretera de circunvalación dos operarios eliminan las malas hierbas del arcén con una desbrozadora. Es lo lógico, así la hierba desaparece, pero no se produce contaminación y volverá a crecer cuando llegue el momento. Sigo mi camino. Cojo la carretera de Alcántara y antes de llegar a Arroyo he de aminorar la marcha. Delante de mí circula lentamente un camión cisterna. A ambos lados del depósito se ven unas barras de las que sale un líquido pulverizado. Se trata de un potente herbicida que acabará con las hierbas malas y buenas que ya se asoman a la carretera. La tierra quedará contaminada y el agua se llevará el herbicida a cualquier huerto o a algún pantano. Unos días después, el arcén de la carretera se ha vuelto amarillo y está pelado: la vida ha dejado de existir.

Extremadura es una potencia en agricultura ecológica, pero también en contaminación de las tierras y de las aguas. En nuestros pueblos aún no hay conciencia de que es imprescindible preservar el medio ambiente. En las carreteras de la capital, desbrozadoras. En las de los pueblos, herbicidas. En Torrecilla de los Angeles, la cooperativa de aceite arroja el alperchín que sobra de las labores de la aceituna directamente al río Tralgas y de este van al Alagón. En tiendas y cooperativas agrarias es fácil conseguir pesticidas sin licencia. Se fumiga sin tasa y no se escatima producto. "Voy a echarle más para que haga bien su efecto". Es un veneno que, ciertamente, acabará haciendo su efecto... en el cuerpo humano.

*Periodista