TEtn el ambulatorio de Moctezuma, como en todos los ambulatorios del mundo, hay carteles rogando silencio. Pero la gente habla. "Anda, anda, encima de que estoy enferma, tendré que estar callada". En el ambulatorio de Moctezuma, como en todos los de Extremadura, hay siempre mucha clientela salvo los días de mercadillo, que hay alta general.

Este martes, una señora pregonaba su vida: "No, si yo no vengo por mí, ¡uy!, si fuera por mí, les podían dar por (!!!) a todos los médicos. Yo vengo por mi marido, que lleva toda la vida tomando miel, que decía que era muy buena, y ahora, mira, tiene azúcar. Yo se lo digo todos los días: Ves, tanta miel, tanta miel, pues ahora te jodes: azúcar".

Tras la historia de la mujer dominante, se planteó el caso del hombre comodón. "Pues yo, confesaba el enfermo, vengo por mi bronquitis, que me tiene mu malo . Todas las noches acabo sudando y mi mujer se tiene que levantar, prepararme un ponche y cambiarme de pijama y de sábanas, y eso que ella también está de los bronquios". Nadie le preguntó por qué, estando los dos de los bronquios, no se levantaba él a prepararse el ponche. Pero es que en ese justo instante, una anciana expuso lo que para ella era la buena muerte: "A mí me gustaría irme como la Antonia, que se levantó a darle de comer a las gallinas, se sentó en la lumbre, pidió el orinal y se murió". Todo el ambulatorio de Moctezuma asintió grave y la señora del marido azucarado sentenció: "¡Qué buena muerte, pedir el orinal y adiós!".

*Periodista