TNto soporto el corporativismo de quienes piensan que una crítica a un colega es un ataque a todo el gremio: en todas las profesiones hay individuos cuya profesionalidad, dedicación y capacidad de actualización deja bastante que desear. Pero si hay alguien que conjuga esas virtudes es mi amigo Carlos , un profesor de Latín en Almendralejo que lleva ya bastantes años dejando huella, admirado por compañeros y alumnos y pionero en la aplicación de nuevas tecnologías a la enseñanza de las lenguas clásicas. Desde hace unos años su despacho de jefe de estudios es visitado por alumnos que le envían unos profesores cansados de ser más policías que docentes. Hace poco recibe una citación judicial a cuenta de la denuncia interpuesta por un alumno cuyo expediente disciplinario apenas cabe en los archivadores. Mi amigo Carlos apenas recuerda unos hechos ocurridos hace dos años porque, desgraciadamente, cada día tiene que lidiar con media docena de casos de indisciplina. El alumno decía haber sido mordido por el perro de la conserje y acusaba al jefe de estudios de haberle dicho algo así como "ya estabas haciendo el tonto otra vez". La cuestión es que Carlos acaba de ser condenado por un juez que dio más crédito a la versión de dos alumnos de dudoso comportamiento que a la de un profesor incansable. Mañana su instituto y otros muchos quieren alzar la voz para que este caso no dé alas a quienes siembran de discordia la vida escolar. Lo más inquietante de todo es que los padres de quien estaba cada dos por tres en el despacho del jefe de estudios no se preocuparan nunca de aquellas visitas hasta que un comentario irónico les hizo poner el grito en el cielo.