En la vista, la menor ratificó que en el verano de 2003, cuando tenía 11 años, el anciano aprovechó su bar, que se encontraba cerrado al público, para abusar de ella en varias ocasiones, mediante tocamientos por todo el cuerpo y en las zonas genitales, e incluso le ordenaba que le masturbara hasta eyacular.

La niña no declaró en contra de su madre en el acto del juicio oral, y se limitó a decir que "ella no ha hecho nada" y que no quiere perjudicarla.

En cambio, un testigo protegido que denunció los hechos dijo que la madre obligaba a la menor a tener relaciones con el anciano a cambio de dinero, y añadió que "todo el barrio sabía estos hechos, porque la niña los había contado".

Por su parte, el anciano aseguró que es "inocente", negó todos los hechos que se le imputan y agregó que tiene "la conciencia muy sana y tranquila".

La madre, que padece una discapacidad mental ligera, defendió en varias ocasiones su inocencia, y subrayó que desconocía los supuestos abusos sexuales, al mismo tiempo que señaló que su hija, que padece un retraso mental, "mentía mucho".

Pero durante la fase de instrucción y ante la Guardia Civil, la acusada reconoció que ordenaba a su hija que mantuviera relaciones con el vecino para que éste le diera dinero y tabaco.

Por otro lado, una trabajadora de los servicios sociales del Ayuntamiento de la ciudad dijo que la menor no estaba lo suficientemente cuidada y que "había una situación de riesgo en el domicilio".

Por estos hechos, los dos acusados se enfrentan cada uno a una petición fiscal de nueve años de cárcel, como autores de un delito de abuso sexual.

Asimismo, la Fiscalía solicita para la madre la inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad respecto a su hija, que se encuentra en un centro de acogida infantil, durante seis años.