TLtos aspirantes a ser modelo del concurso que organizó el Centro Comercial Ruta de la Plata en Cáceres tenían una cualidad común: todos tenían un piercing o un tatuaje. Cuando yo era pequeño si te ponías un zarcillo en una oreja o una calcamonía en mal sitio te daban una manta de palos que ibas aviado. Ahora es como un marchamo de calidad, sellados como los jamones de una denominación de origen. Esto de pasarse un aro por algún cartílago del cuerpo es un ritual para indicar que uno está de toma pan y moja .

Un día un amigo me hizo partícipe de un secreto:

--Juanjo , me he anillado el pene y he multiplicado mi placer sexual por ocho.

¡Por ocho! Ni por cinco ni por seis. ¡Por ocho, señores! Realmente es como para ir haciendo cola al tío ese que pone los aros. Quizá por el mismo precio pueda micropigmentarle dos ojitos al gusanito. ¡Qué bonito!

Recuerdo que un fotógrafo de Cáceres me dijo que gracias al culto al cuerpo de los estudiantes se estaba haciendo de oro con sesiones fotográficas que rozaban el erotismo. Al parecer quieren conservar un recuerdo de sus cuerpos en la época de máximo esplendor. También recuerdo a una chica que llevaba una letra china tatuada en el esternocleidomastoideo: "Significa Angel , el nombre de mi novio", me dijo. ¡Vaya palo!

Los que empezamos a estar decrépitos no tenemos más opción que reducir lorzas a base de verduras y paseos por la avenida Pierre de Coubertain. Refrán: Aníllate como los cochinos para ser el más guapino.