De una docena de antigüedades a más de cuatro mil piezas --principalmente muebles, aunque también pinturas, esculturas o, incluso, aperos de labranza-- en once años. Estas tres cifras sintetizan la trayectoria de César Cancho, madrileño de raíces extremeñas afincado en la región, que ha hecho de la pasión por las antigüedades su modo de ganarse la vida. En la salida 259 de la A-5, El Mago espera a todo aquel que desee adornar su casa con un poco de historia.

"La decoración me fascina y, además, puede ser una gran inversión". Con esta convicción, César decidió retomar, con solo 21 años y tras haber estudiado Administración de Empresas, la tienda de muebles de segunda mano que su madre, con escaso éxito, había puesto en marcha unos años antes en una finca de la familia situada cerca de Trujillo. Poco más de una década después, posee antigüedades cuyos precios oscilan entre los diez y los nueve mil euros, aunque asegura disfrutar más comprándolas que vendiéndolas.

Pero no solo "el lujo intemporal del pasado" --al que, según el propio César, se dedica su negocio-- embelesa a este entusiasta anticuario, que también dedica su tiempo a restaurar él mismo los muebles o vender palmeras. Eso sí, sus numerosos viajes --Inglaterra, Holanda o Uruguay son algunos de sus destinos-- en busca de preciadas reliquias le han proporcionado algunas de sus anécdotas más interesantes.

No obstante, "para encontrar auténticas joyas --señala-- no hace falta irse muy lejos". Como ejemplo, recuerda una expedición a un palacio prácticamente abandonado en Plasencia, "donde encontramos cosas muy interesantes", recuerda enigmático. Esa continua búsqueda del valor de lo antiguo es el punto de partida de la pasión de César, que se prolonga después en el cuidado de las piezas y que incluso ocasiona que algunas ventas le provoquen cierto disgusto.

"Hay ciertas piezas de las que espero no desprenderme", reconoce. Tal es el afecto que siente por sus antigüedades, que le cuesta destacar una en concreto, aunque últimamente se encuentra especialmente cultivado por un Davenport . "Es una réplica de un escritorio en miniatura que se diseñó para un capitán de barco", detalla. En cambio, su posesión más antigua sí está claramente definida: un tomo de 1601 de la Enciclopedia Universal de Giovanni Botero.

Para El Mago , aprender a distinguir entre una antigüedad y un mueble viejo es una cuestión de práctica. No obstante, los no iniciados pueden guiarse por una sencilla regla: "un mueble se considera antiguo si tiene más de un siglo, la mitad si es una alfombra y, en el caso de los libros, si fue editado antes de 1830". Con esta simple premisa, cualquiera --no hay, según César, un perfil del comprador de antigüedades-- puede animarse a decorar su vivienda con un poco de historia.