TNtunca me gustaron las campañas para apadrinar niños: siempre pensé que la solidaridad había que ejercerla como un acto racional y no como una apelación al tejido sensible. Será por ese motivo que odio ver a pequeñas criaturas usadas como reclamo para pedir limosna y prefiero canalizar mi solidaridad haciéndome socio de Médicos sin fronteras e Intermón-Oxfam , de quienes sé que hacen las cosas bastante bien. Hace un par de años se supo del fraude que escondían algunas falsas organizaciones humanitarias, de esas que te mandaban una carta anual del niño apadrinado y una foto para que la pusieras en el salón. Ya me había olvidado de esto hasta que un concejal colgó en su blog una parodia para apadrinar niños extremeños que habían elaborado unos tipos de poco talento. Lo fácil sería ensañarse desde aquí con quien ha cometido una tontería con ramificaciones preocupantes, pero en un mundo en el que cuesta pedir perdón hay que aceptar las disculpas, porque otros todavía no lo han hecho por meteduras de pata más graves. Eso no quita para que no reflexionemos sobre ese trasfondo triste de ver a alguien de izquierdas bromeando con la solidaridad y la desigualdad. Los apadrinamientos son una forma de caridad y ésta es siempre conservadora, porque intenta paliar los efectos nocivos de las desigualdades manteniendo el sistema que las provoca. Por eso resulta grotesco criticar un sistema de financiación autonómica --que quizá pueda mejorarse-- de forma tan patética, porque quien pretende ser de izquierdas no apuesta nunca por la limosna sino por la justicia y antepone siempre el género humano a cualquier patria.