Que las masas son manipulables es algo que todos sabemos, pero los individuos que las integran no lo son. Al menos eso parece en el caso Maddie. Aunque muchos medios de comunicación han intentado convertir a los padres de víctimas en verdugos, no siempre lo han conseguido. Es cierto que desde el jueves, cuando comenzaron a ser interrogados por separado, y especialmente desde ayer, después de en la madrugada del sábado trascendiera que la policía les consideraba sospechosos formales en la investigación por la desaparición de su hija, hay quienes han pasado de aplaudirles a silbarles. Pero en la pequeña localidad turística de Praia da Luz, en el Algarve, de la que el 3 mayo desapareció la pequeña, aflora la división.

El día después de conocer su nuevo estatuto de sospechosos, los McCann no abandonaron su residencia en Praia da Luz, vigilada por un ejército de periodistas, ni para asistir a su misa diaria, a la que faltaron ayer por primera vez. Justine McGuinness, portavoz de la familia, aseguró que los padres estaban "conmocionados, decepcionados y cansados" de la actitud dela policía. El abogado de la familia, Carlos Pinto de Abreu, aseguró que Kate y Gerry, tal y como tenían previsto, no volverán mañana al Reino Unido. "Han decidido quedarse aquí para ayudar a la investigación". El abogado aclaró que tienen libertad de movimientos.

A FAVOR Y EN CONTRA Pero mientras los McCann se refugiaban en casa, en la calle su nuevo estatuto era ayer la comidilla del día. Es cierto que cuando Madeleine desapareció, hace 129 días, todo el mundo se volcó con los padres de la pequeña, pero especialmente los vecinos de Praia da Luz. Hasta que se produjeron los silbidos a la puerta de los dependencias policiales.

Joao, un psicólogo de 54 que se halla de vacaciones en el Algarve se pregunta: "¿Por qué alguien está en la puerta de un sitio durante horas para ver entrar y salir a unas personas? Por morbo. Es el morbo lo que hace que la gente cambie de opinión como una veleta. Ahora vienen con eso de que si ella no llora. El problema es que tanto Kate y Gerry no les han dado lo que ellos querían: lágrimas, drama y dolor desgarrador. Parece que si eres fuerte, estás entero y no demuestras el dolor en público eres culpable", sostiene.

La carnicera María Encarnaçao, de 61 años, representa la otra cara de la moneda. "Siempre me pareció raro que Kate nunca llorase por su hija y tuviese fuerzas para ir a todos esos sitios, yo no podría ni moverme si desapareciese un hijo mío". "Es una cínica", apunta Rosa, ama de casa de 52 años. "Yo fui en varias ocasiones a la iglesia con ellos y les aplaudí, les apoye, quién iba a pensar esto", dice convencida de que los padres son culpables.

Leonor, también ama de casa, no comparte totalmente esa opinión. "Ellos son ingleses, tienen otra cultura y otro comportamiento, son más fríos y menos pasionales que nosotros, pero, por eso no podemos juzgarlos por sus actitudes". "Si son culpables lo dirá la policía, hay que esperar. La verdad, a mí me cuesta mucho creérmelo", añade.

Los turistas ingleses de esta localidad, la gran mayoría, prefieren no hablar del asunto. John Parker, un economista jubilado de 66 años, no quiere hacer ningún comentario. Al final, dice: "Son padres, son católicos, pero como no se comportan como ellos (los portugueses), los juzgan". Su mujer, Alison, llega e impide seguir con la conversación. "No hables, solo quieren hacer daño", afirma.

Para Roger las cosas son más simples. "No podemos juzgar a nadie sin pruebas, son especulaciones porque la investigación está bajo secreto de sumario. Para nosotros son inocentes". Su hijo Joao, historiador de 27 años, comparte la misma opinión.