¿Quién no ha escuchado alguna vez la canción del Candil o Virgen de Guadalupe? Forman parte de la tradición extremeña, del folclore regional que la Asociación Amigos del Folclore Extremeño Chispa, con sede en Plasencia, no quiere que se pierda y, de momento, lo consiguen porque acaban de iniciar un nuevo curso de su escuela de baile y el año pasado ya tuvieron 40 alumnos, los más pequeños, de ocho años.

Por eso, se enorgullecen de que gracias a esta escuela la supervivencia del folclore regional este asegurada, pero no se cansan de animar, sobre todo a los más jóvenes, a participar y a perder la vergüenza.

Inmaculada Rodríguez es la presidenta de la asociación desde que el pasado febrero falleciera su entonces presidente. Lleva bailando once años y se encarga de las clases junto a su compañero José Luis. Pero el grupo, que forman una rondalla y el grupo de baile, suma un total de 55 personas, comprendidas entre los 27 y los 80 años.

Varias generaciones por tanto se han unido en un grupo que nació precisamente como escuela de baile hace justo 20 años. "La gente que participó en esa escuela fue la que después se unió para formar el grupo", explica Inmaculada. Por eso destaca que "si se acabara la escuela, no tendríamos cómo continuar con el folclore y las tradiciones de la región porque la escuela es nuestra base".

A ella dedican por tanto buena parte de su tiempo y los alumnos responden. "El año pasado tuvimos 40 y cuento con ellos también este año". La mayoría tienen entre 8 y 15 años y el curso pasado "conseguimos formar un grupo de seis chicos, dos chicos y cuatro chicas, que ya bailan con nosotros", resalta.

El colegio San Calixto acogerá este año las clases e Inmaculada explica que, aunque los pequeños llegan en principio animados por sus padres, "a la gran mayoría les gusta y siguen. Primero les enseñamos los bailes más sencillos y luego les ponemos las canciones y son ellos quienes eligen", explica.

La única asignatura pendiente son los jóvenes, sobre todo hombres. "Solo tenemos seis y es una pena porque queda más lucido en el escenario tener parejas de chicos y chicas", se lamenta Inmaculada.

Pero reconoce que "les da vergüenza y esa es una barrera que aún no hemos conseguido romper. Yo tengo dos hijos que bailan y ni siquiera ellos consiguen convencer a sus amigos. Vienen de público, pero no se atreven a apuntarse".

Por eso, no se cansa de animarles a probar, aunque está contenta de que la escuela siga funcionando porque así se mantendrá la tradición: "Hay esperanzas para el futuro, a nosotros ganas no nos han faltado nunca; ha habido momentos de miedo, pero seguimos adelante".