La vida de Agustinov Boris Petru transcurre entre los datos del mercado de valores y los campos extremeños de Tercera División, donde arbitra partidos desde el inicio de esta temporada. Hace cinco años dejó su ciudad natal, Arad (en Rumanía, en la región de Transilvania), para estudiar en la Universidad de Extremadura. Ahora, con 29 años, es Doctor en Contabilidad (pero no le gusta emplear esa expresión), empleado de una caja extremeñas ("pronto solo habrá una", dice) y uno de los colegiados del grupo extremeño (XIV) de Tercera.

Boris, como todos lo conocen, ya era árbitro en Rumanía. Es algo que le gusta y disfruta con ello, aunque a veces cueste entender que un colegiado pueda disfrutar en un encuentro cuando es la diana de todos los insultos procedentes de la grada. "Para mi el público no existe durante el partido, en el campo solo estamos los jugadores, el staff técnico y mis asistentes".

Su nacionalidad, dice, nunca ha sido ningún hándicap en los campos de fútbol. "No ha sido ni más difícil ni más fácil. Siento el mismo respeto que mis compañeros, aunque a veces no sea mucho". Lo importante, señala, es "dejarlo todo en el campo, no llevarse nada a casa", pues explica que así los insultos o malos momentos se olvidan mejor.

Boris, que habla o entiende ocho idiomas, confiesa que ser árbitro le gusta, pero no se plantea ser profesional del arbitraje. "Hago esto porque me gusta, no por dinero", señala, diciendo que tiene muy claro que su trabajo en la caja es lo más importante porque "es lo más seguro". ¿Volver a Rumanía? No, no es algo que se plantee ahora. "Aquí estoy fenomenal; tengo novia y como decís aquí, ´Tiran más dos...´", dice entre risas.

De entre las múltiples anécdotas que guarda, destaca una de hace dos temporadas en un Llerena-Oliva de Preferente. Era el último partido de liga y ninguno de los dos equipos se jugaba nada, "pero a pesar de eso el partido estaba bastante caliente". En el último minuto el capitán del equipo local marcó gol, pero hizo falta, por lo que lo anuló. "Empezó a protestar y le saqué la segunda amarilla. Cogí la roja y cuando se la iba a enseñar, él me la quitó, me la puso delante de los ojos y me dijo: ´Ahora, cómo me vas a sacar la roja´". Boris cuenta que una de sus costumbres es llevar siempre dos rojas. Buscó la otra, la sacó, se la enseñó al futbolista y éste se quedó sin palabras. "Agachó la cabeza y se fue al vestuario. Todos dejaron de protestar", dice.

Después de cinco años recorriendo Extremadura de norte a sur, de este a oeste, hoy ya nadie se extraña cuando ve que el colegiado del partido es rumano. Esta es su quinta temporada (una en Regional, tres en Preferente y la actual en Tercera) y promete más, no sabe cuantas, pues solo seguirá haciendo esto mientras siga divirtiéndose.