Pese a su tímida sonrisa, ha demostrado una férrea entereza a sus 30 años. María Eugenia Sampallo se ha convertido en la primera hija de desaparecidos de la dictadura argentina capaz de sentar en el banquillo de los acusados al matrimonio que se apropió de ella y, tras cambiarle su verdadera identidad, la hizo pasar por descendiente biológica. El abogado de la joven, Tomás Ojeda, ha solicitado 25 años de prisión para la pareja que la crió --Osvaldo Rivas y María Cristina Gómez-- e idéntica pena para el militar que la arrancó de los brazos de su madre a los pocos días de nacer, Enrique Berthier.

María Eugenia constató ayer, a la salida del juzgado, la dureza de la experiencia que le ha tocado vivir: "Son situaciones fuertes para todos, para mí, para mi familia y para otros jóvenes que están en la misma situación que he estado yo". Ella es solo una de los aproximadamente 500 bebés que, según datos de las Abuelas de la Plaza de Mayo, fueron arrancados de sus verdaderos padres durante la dictadura argentina (1976-1983) para ir a parar a familias afines al régimen.

La misma organización cifra en 88 los jóvenes que, secuestrados con pocos meses de vida, conocen ya su verdadera identidad. Pero María Eugenia Sampallo, hija de los militantes sindicales de izquierdas Leonardo Sampallo y Mirta Barragán, ha sido la única que, de momento, ha emprendido acciones legales. Nació dos meses después del secuestro de sus padres.

VERSIONES DIFERENTES Con voz firme, solo mirando al fiscal y sin girarse en ningún momento para mirar al hombre que se hizo pasar por su padre, la joven declaró ayer cómo llegó a conocer su verdadera identidad. Sus sospechas se desataron cuando tenía 22 años. Sus padres contrataron a un psicólogo para que le explicara que era adoptada. Pero llegó a oír tantas versiones diferentes sobre sus padres biológicos que no pudo evitar relacionar su experiencia con lo que sabía que había ocurrido durante la dictadura.

Primero le contaron que murieron en un accidente. Luego que era hija de una azafata europea y también que su madre era una mucama de la familia que la había criado. "Me quisieron hacer creer que fui abandonada en el hospital militar", explicó María Eugenia que, tras finalizar la vista, se mostró esperanzada en que su denuncia "sirva para algo". "Espero que la sociedad deje de respetar que se roben niños", dijo.

VOZ QUEBRADA Tras este baile de versiones, María Eugenia se puso en contacto con la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad y empezó el proceso de análisis genéticos. A María Eugenia solo se le quebró ayer la voz al recordar cómo la mujer que se hizo pasar por su madre le recriminó que no reconociera lo que habían hecho por ella porque, de lo contrario, le dijo: "Estarías tirada en una zanja".