Volvió hace cuatro meses y ahora está en uno de sus periodos laborables en Badajoz, donde vive con su familia y trabaja para obtener dinero y mantenerse después en Tegucigalpa, capital de Honduras, el tercer país más pobre de la América Latina, donde ejerce de médico voluntario. José Marroyo (Madrid, 1975) es médico, máster en Medicina Tropical e Internacional, pero sobre todo, ha optado por otro modo de ejercer la medicina.

A los 17 años comenzó a colaborar con Cáritas y Cruz Roja. Cuando terminó Medicina trabajó en Portugal y en Cáceres y con el dinero que ganó se marchó a Honduras. Solo, sin mediación de oenegés. Una vez en Tegucigalpa se puso en contacto con la Asociación Colaboración y Esfuerzo (COE), con la que colabora como cooperante desde que la conoció por "en Badajoz, durante una charla".

Esta oenegé , que se dedica a la recogida de alimentos, ropa y otras ayudas humanitarias, "creó un sistema de becas para la formación de niños pobres; abrió unas guarderías-comedor y construyó dos escuelas en los barrios más pobres de la capital hondureña, donde sólo una minoría tiene acceso a la educación Primaria; y la Secundaria es un muro social". Menos del 1% de los niños acceden a la educación. Con siete millones de habitantes y un crecimiento exponencial, tiene una "dependencia total de Estados Unidos, después de las guerras de los últimos 15 años", según cuenta.

José Marroyo no conocía el país cuando recaló en él como voluntario por un periodo de seis meses. Tras ese primer contacto, regresó con su máster y ejerció durante un año la medicina "en los barrios marginales, porque sólo así se puede combatir la marginalidad" --afirmó--, lo que le ha costado algún susto. Allí pasa consulta, visita a enfermos, da charlas y proveer de medicamentos a los más pobres, ""son medicinas que manda España", a veces en envases abiertos, pero en uso.

De Honduras, además de la belleza del país, le llama la atención la esquilmación de materias primas por grandes multinacionales, "como en Africa": bananas, aceite de palma, minas, madera, langosta. Y añade: "Hay un pueblo que se dedica a pescar langosta; se sumergen hasta cien metros, lo que provoca embolia descompresión. En dos semanas ganan para todo el año, pero enferman".

Marroyo afirma que "puedo ser coherente mientras siga trabajando sin la disciplina de una oenegé"; y agradece "a la Junta que pague el envío de contenedores con alimentación, ropa y material escolar". Para él, la experiencia personal es enriquecedora, "no es para lo que hemos sido educados, pero es mejor que meterte en una casa por 40 años. En Honduras tienes que vivir al día; no sabes lo que vas a comer. Bueno, sí; arroz, frijoles y torta de maíz". Para él "es un privilegio".