No es la primera vez que el Museo de Bellas Artes dedica una exposición a las denominadas artes decorativas o suntuarias. Hace dos años organizó una dedicada a la Loza de la Cartuja de Sevilla y en meses siguientes pudieron verse otras muestras sobre pintura de miniatura de huevos y cajas lacadas rusas. Esta sobre la loza talaverana es representativa de una cerámica con prestigio que extendió sus motivos no sólo a las vajillas sino a la albañilería (zócalos, azulejos, apliques) y utilidades de la vida diaria (tinteros, escribanías, tarros de farmacia) e incluso artística (esculturas y bajorrelieves).

Los fondos que se exponen hasta el 20 de abril en el centro pacense proceden del Museo Ruiz de Luna. El espectador que se adentre en esta muestra hará un recorrido no cronológico sino por temas y verá ejemplos de la arquitectura civil o conventual, religiosos, farmacéuticos, funerarios o suntuarios. La azulejería talaverana decayó durante varios siglos hasta que en el siglo XX se recuperó en su utilización arquitectónica, informó el museo de Badajoz.

La cerámica talaverana vivió sus mejores momentos entre los siglos XVI y XVIII, cuando las circunstancias económicas y de suministro de materias primas lo permitieron. Los conventos, por ejemplo, solicitaron a partir del siglo XVI una gran variedad de productos (vajillas, aguamaniles, azulejos...), y en esa época hubo un gran suministro de azulejos para la decoración del monasterio de El Escorial. Ejemplos de tinteros y escribanías tienen correlación con los momentos cumbres de las letras españolas en los Siglos de Oro. Son estas piezas las que despiertan la nostalgia del espectador por un material que en Portugal ha adquirido rango de patrimonio cultural.