El área cubierta por el hielo en el océano Ártico fue el pasado julio la tercera menos extensa desde que se toman datos –lo que confirma el deshielo desbocado iniciado dos décadas atrás–, pero en cambio quedará lejos del récord negativo alcanzado en el 2007, según muestran las cifras publicadas ayer por el Centro Nacional de la Nieve y el Hielo de Estados Unidos (NSIDC). Aunque la situación es preocupante, podría decirse incluso que el proceso se ha estancado en los últimos dos años. Eso sí, si se mantiene la tendencia actual, en septiembre podrían quedar abiertas las llamadas rutas del Noroeste (desde Islandia hasta el estrecho de Bering) y del Noreste (a través de Rusia), aunque eso no significa todavía que vayan a ser navegables.La banquisa boreal, los hielos flotantes que cubren el polo norte y zonas aledañas, ocupaban ayer un área de 6,77 millones de kilómetros cuadrados, frente a los 6 millones justos de hace dos años por las mismas fechas, mientras que la media del periodo 1979-2000 supera ampliamente los 8 millones. Los datos proceden de las mediciones efectuadas con el sensor Amsr-e del satélite Aqua, de la NASA.

La situación es similar a la del 2005 y el 2006, pero peor que en el 2008, un año extraño que algunos escépticos del cambio climático interpretaron como el fin del deshielo ártico.TREINTA VECES ESPAÑA La banquisa boreal tiene una dinámica estacional muy acusada. En invierno ocupa unos 15 millones de kilómetros cuadrados (30 veces España), con los hielos llegando a las puertas de Islandia, mientras que en verano pierde un 60% de su superficie y las costas de Siberia quedan prácticamente expeditas. El mínimo suele alcanzarse a mediados de septiembre.

El problema es que el proceso se ha agrandado en los últimos años. Es decir, la banquisa pierde más hielo en verano que el que luego recupera en invierno.Durante el pasado julio, según el NSIDC, cada día se perdieron 106.000 kilómetros cuadrados de hielo flotante, una superficie equivalente a Portugal o Andalucía, en un ritmo que nada tiene que envidiar al fatídico 2007. De hecho, la situación atmosférica fue muy similar, con un potente anticiclón que favoreció los días despejados y una mayor insolación. La diferencia es que la situación de partida en el 2007, tras un invierno muy cálido, fue mucho peor que en el 2009.La presencia de hielo es ahora inusualmente escasa en el mar de Kara, la costa rusa en general y la bahía de Baffin, mientras que solo hay pequeñas zonas por encima de la media en la bahía de Hudson, más al sur.RÉCORD DEL AGUA Sin embargo, más allá de la evolución meteorológica, la influencia más explosiva ha venido del mar. El pasado mes de junio fue en el conjunto de la Tierra el sexto más cálido desde que empezaron a tomarse datos, hacia 1850, pero si se analiza sólo la temperatura del agua superficial no hay ningún año que le haga sombra. Junio es el primero de la lista, superando al mismo mes del 2005, y posiblemente julio vuelva a ser récord, pues son frecuentes las regiones con anomalías de hasta cuatros grados por encima de la media.Los predictores climáticos más consolidados, sondeados por el consorcio científico Arcus, discrepan sobre el nivel que alcanzará el deshielo en el mínimo del mes de septiembre. En su última porra, que data de mediados del pasado julio, los pronósticos oscilan entre los 5 millones de kilómetros cuadrados que propone Mashahiro Hori (Agencia Espacial Japonesa), los 4,6 de Per Pemberton (Servicio Meteorológico Sueco) o los 4,3 de Ignatius Rigor (Universidad de Washington). El récord, fijado en 4,1 millones, data del 16 de septiembre del 2007.¿CAMBIO EN AGOSTO? En líneas generales se espera que el próximo mes mantenga la tercera posición, aunque lo cierto es que la tendencia de los primeros días de agosto es bastante optimista, con una disminución evidente del ritmo de deshielo.La pérdida de hielo no solo se observa en el volumen total, sino también en el espesor de la capa helada. En un reciente estudio publicado en la revista Journal of Geographical Research: Oceans, investigadores de la Universidad de Seattle y de la NASA, con la ayuda del satélite IceSat, comprobaron que el grosor medio de la banquisa en invierno se había reducido entre el 2004 y el 2008 un total de 68 centímetros, a razón de 17 por año. Además, la superficie total cubierta por hielos antiguos –con varios años de permanencia– había disminuido un 42% en el mismo periodo, "Es una prueba más de la rápida transformación que está ocurriendo en el Ártico", señalaba en una nota la NASA.