Dos ciudadanos andorranos fueron asesinados ayer en el hotel Roc de Caldes, en Escaldes-Engordany, por una tercera persona con la que estaban comiendo, otro hombre de nacionalidad china, residente en Barcelona, que inmediatamente se suicidó. Las tres personas estaban unidas por negocios comunes y, según las primeras hipótesis, el móvil del doble asesinato habría sido la venganza por unas deudas de las dos víctimas con el asesino.

En cuanto al suicidio de este último, según explicó ayer el director de la Policía andorrana, Lluís Betriu, podría tener a ver con la situación económica difícil en que se encontraría esta persona tras haber perdido, presuntamente, mucho dinero en el juego durante los últimos días. Sin embargo, la policía también considera la posibilidad de que el autor material de los asesinatos fuese utilizado por una mafia china. Según estas fuentes, se trataría de una práctica habitual de una organización que amenazaría a los familiares de compatriotas para forzarlos a actuar como asesinos.

Los dos asesinados eran excuñados y socios en diversos negocios. El mayor de ellos, Alain Solsona, de 52 años, era un viejo conocido de las policías andorrana y francesa, por casos de contrabando y tráfico de drogas. Marc Solé, de 31 años, tenía relaciones con la política local del municipio de la Massana. El ciudadano chino, de 43 años, era residente en Barcelona, donde regentaba varios negocios, tenía antecedentes por tenencia de armas y viajaba frecuentemente al Principado de Andorra.

Los tres llegaron con sus automóviles al restaurante. Toda la comida, en un rincón del establecimiento, pero no en un reservado, transcurrió con normalidad hasta que, una vez acabados los postres y mientras esperaban los cafés, el asesino se levantó y, sin dudarlo, disparó dos tiros en la cabeza a Alain Solsona y, acto seguido, otro más a Marc Solé. Inmediatamente después, dijo a la camarera que traía los cafés que se fuese, pronunció alguna frase en castellano de la que se desprendía que se había hecho justicia y se disparó detrás de la oreja.

El arma del crimen fue una pistola española de la marca Marian y del calibre 765, muy poco habitual, fabricada entre los años 1938 y 1940. En la recámara de la pistola quedaron aún dos balas, y el asesino llevaba cinco más envueltas en papel.

Dos minutos después, la policía recibió el aviso. Cuando llegó no encontró ni a los clientes ni al personal, por lo que, al no saber si había otro implicado que hubiese huido, decretó el cierre de las fronteras.