Con la pompa con la que acostumbra a aliñar sus retos cumplidos con la historia, China desveló ayer la primera foto de la superficie lunar obtenida por el satélite Chang E I . Un hito que pone sobre la mesa no solo la pujanza económica y tecnológica del gigante oriental, sino también el relevo que en los últimos años se ha producido en la carrera espacial: el tradicional eje Washington-Moscú ha dejado paso al pulso cerrado entre China, Japón y la India, países que desarrollan en paralelo sus programas para estudiar el suelo de la Luna y pisarla al cabo de una década, más o menos cuando la NASA planea hacerlo de nuevo.

El primer ministro chino, Wen Jiabao, descorrió ayer con gran dominio de la pausa escénica la cortina roja que ocultaba la fotografía del Chang E I en el Centro de Control Aeroespacial de Pekín, y pronunció después un triunfal discurso sobre su significado histórico. La imagen de los cráteres lunares cubre un área montañosa de 460 kilómetros de largo y 280 de ancho, entre los 83 y 57 grados de longitud hacia el este. Pero a juicio de Wen, "demuestra de manera elocuente que el pueblo chino tiene la voluntad, la ambición y la capacidad de escribir más capítulos en la historia espacial mientras asciende a la cumbre de la ciencia y de la tecnología".

El satélite ha costado 130 millones de euros y toma el nombre de la primera mujer que, según una leyenda, voló a la Luna tras ingerir un elixir hace miles de años. Fue lanzado el 24 de octubre y tiene previsto hacer un mapa tridimensional para preparar en el 2012 el alunizaje de una sonda y, acaso, el de un astronauta en el 2020.