A finales de los 80 ese gran tipo que es Pepe Higuero con una sagacidad y olfato proverbial fichó a unos cuantos jóvenes periodistas para el Periódico Extremadura que comenzaba su andadura regional tras el período fundacional por el Obispado y su compra por la Caja de Ahorros de Cáceres. Pepe era un hábil profesional, el director que más libertad he visto dar a sus subordinados, con una vis personal entrañable y cercana, una especie de Javier Castaño pero en comercial. Por eso contrató a ASO. No lo debieron hacer nada mal pues pasados unos años el diario HOY optó por fichar a gran parte de ellos de una tacada y así Manuela Martín, Antonio Tinoco, Sergio Lorenzo, ASO y seguro que alguno más pasaron a la competencia (profesional) mejorando su situación laboral. El HOY intentaba debilitar al Extremadura que le estaba haciendo mella en una pugna que todavía hoy (valga la redundancia) perdura y ojalá siga así muchos años.

En Mérida el Extremadura abrió su delegación en la calle San Francisco y Antonio Sánchez Ocaña fue su primer delegado; fue el primero en casi todo, periodista, fotógrafo, historiador, chico para todo y para todas las informaciones. Ya entonces era un tipo elegante, con un porte a lo dandi, un saber estar natural que tenía impreso en sus genes. Allí en aquella redacción le conocí yo, allí se ganó mi hoy más melancólico respeto. Eran tiempos emeritenses indisolublemente unidos a los regionales pues la Comunidad Autónoma acababa de nacer y su aventura regional necesitaba personajes no sólo en la política sino en la ciudadanía que hicieran de motor social. Eran tiempos de periodismo de Olivetti (lettera), fotos a Cáceres en autobús o taxi, crónicas telefónicas de los partidos desde una cabina, peseta a peseta, informaciones «para mañana» o «no cojas el teléfono que es una noticia» cuando sonaba por la tarde. El teléfono fijo, claro. Eran tiempos de Ibarra, el gran Antonio Vázquez, don Adolfo Diaz-Ambrona, Manolo Parejo, Fouto, el Libanés, Pelín, el Albarregas desbordado y, como no, el Augusto Vélez. Eran tiempos que hoy, ahora, recuerdo con una nostalgia clavada como un puñal en el corazón.

ASO era un periodista forjado en la radio, en la redacción, en la calle, con curiosidad e interés por las cosas, que ejercía nuestro oficio con dignidad, con crónicas antológicas por literarias (ese Bomarzo…), algunas noticias las trataba como epopeyas, hacía periodismo contando historias y sufriendo a veces sus consecuencias. Ameno, original, irónico. Persona de valía, de trato directo y por ello a veces difícil.

Espero en estos momentos de enorme desconsuelo que ASO, uno de los nuestros, esté contemplando el jardín de los justos. Descanse en paz.

*Periodista