TMti biografía como lector está sembrada de batallas: tengo abiertos demasiados frentes con demasiados escritores a quienes no acabo de asimilar. A algunos, pese a su renombre, los he dejado por imposibles, incapaz de simpatizar con su mundo literario (cualquier libro de Belén Gopegui , los novelones de Javier Marías , algunos cuentos patafísicos de Cortázar ...). Con otros, sin embargo, no arrojo la toalla. El rival más notorio --ese a quien quisiera vencer o con quien quisiera darme por vencido de una vez por todas-- es el chileno Roberto Bolaño , posiblemente el autor latinoamericano más prestigioso de las últimas décadas, tanto que algunos lo comparan con Borges .

Cómo explicar mi lío sentimental con Bolaño... He leído seis de sus libros y aún sigo preguntándome el porqué de su reputación. La escritora Blanca Riestra me advierte de que he leído sus peores libros (ya es casualidad) y me recomienda Los detectives salvajes y 2006 , en su opinión dos obras maestras.

Mientras llega el momento de enfrentarme de nuevo con las criaturas de Bolaño (no tardaré mucho: Los detectives salvajes me miran con ojos tiernos desde la mesita de noche), sigo opinando que es un escritor sobrevalorado, que todos sus libros --los que he leído, al menos-- transmiten la sensación de inacabados y de falta de dirección, que su narrativa es un viaje centrífugo hacia ninguna parte. Y sin embargo aquí sigo: fiel lector. Ocurre que Bolaño me inspira una eterna confianza pese a que hace tiempo que he perdido la confianza en él. Sin embargo, verme en esta contradicción me incita a pensar que hay en su obra mucho más de lo que parece a simple vista.