José María Aznar, exjefe del Ejecutivo y Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y León desde el pasado jueves, día en el que llevó su liberalismo más allá de lo hasta ahora conocido al sostener que la DGT no era quién para establecer límites de velocidad o tasas de ingesta de alcohol porque esa cuestión debía dejarse a la libre consideración de cada conductor, llegó ayer a un hotel de Madrid en un lujoso automóvil, conducido por su chófer, y rehusó ampliar su opinión sobre la seguridad viaria. "Déjeme que beba tranquilo mientras no ponga en riesgo a nadie", dejó dicho la semana pasada, unas palabras que fueron criticadas por todo el mundo menos por el PP. El último en sumarse al coro de críticos fue el exministro de Defensa José Bono, quien, parafraseando el conocido anuncio del cantante Stevie Wonder, le recomendó el domingo: "Si bebes, no hables".

El expresidente asistió a la presentación de un libro sobre China publicado por Gota a Gota, el sello editorial de FAES, la fundación que preside, pero la expectación mediática no pasaba por el potencial económico o las presuntas violaciones a los derechos humanos del gigante asiático. La expectación pasaba por el vino. ¿Rectificaría, matizaría o explicaría mejor Aznar sus polémicas declaraciones de la semana pasada? Para nada.

"¿Podría explicar su postura sobre la regulación del tráfico?", le preguntaron cuando salió de su vehículo. Aznar esbozó una de sus clásicas sonrisas torcidas y continuó andando hacia el hotel. "¿Se arrepiente de lo que dijo sobre el alcohol y la velocidad?". Nuevo esbozo de sonrisa.

Ana María Campo, presidenta de la asociación de víctimas Stop Accidentes y madre de Jordi Recasens, fallecido al ser atropellado por un conductor ebrio en 1998, está escandalizada y lamentó no poder ir a la presentación y pedirle explicaciones.