THtay días que me pongo delante de la tele a eso de la caída de la tarde y con un poco de suerte hasta me entero de lo que dicen los del telediario. Y no es por sordera o que me líe con la TDT y me conecte con los telediarios rusos, no; es sencillamente que justo debajo de mi ventana hay un semáforo y el muy guasón sólo se pone rojo cuando pasa un macarra con la música del Melendi a toda pastilla. Y digo lo de la caída de la tarde porque suena bonito, pero igual podía haber dicho las cuatro de la tarde o las cuatro de la madrugada sin haber caído en el infundio, porque estos tipos serán muy amantes de los coches y de la tecnología punta, pero no saben de horarios ni de aires acondicionado, que no sé por qué pero los jodíos siempre llevan las ventanas deprimidas. Y ahora averigüe por qué son tan generosos con la música y tan ávaros en otras cosas. En educación, por ejemplo. Salga a la calle, si es valiente, y meta la cabeza por su ventanilla y dígale al gachón, con todo respeto, que no son horas. Verá qué genio, qué prosodia, y qué sintaxis. Y suerte si no le tocan la cara. Que como van de caballeros cruzados, por un bájame allá esa música te cruzan la cara de un sopapo. La arrogancia y la prepotencia son su escudo de armas, y su mote: "porque yo lo valgo". Y si el guantazo se lo da usted, peor, que viene la mama y le denuncia. Y así no hay manera. Y digo "muchachos" como hiperónimo de todo el que es incapaz de ponerse en la piel del otro. El que fuma sin consideración hacia el que tiene al lado, el que habla a voces, el que enturbia el descanso ajeno. El que educa a sus hijos en la soberbia y la chulería. O simplemente no los educa. Porque luego vienen noches de barbarie como las vividas en Pozuelos, y acaba nuestro gozo en un pozo.