TMtenos mal que los tenemos. Tan negros, tan aceitunados, como decíamos antes, las cabecitas del Domund con su boca abierta para las limosnas. El negro, el chino vietnamita, el indito. Los bárbaros. Cómo nos preocupan. Cómo nos agobia la inmigración. El principal problema para los españoles. Son muchos, tantos...

Menos mal que están aquí a pesar de todo. Menos mal que se empeñan en partirse la cabeza contra el muro que les aparta de la tierra prometida, menos mal que nos quitan los trabajos que no queremos, que cuidan a nuestros mayores, que nos creen humanos. Qué haríamos sin ellos en las noticias. Sin la violencia que generan. Los Latin Kings, los marroquíes, la mafia rusa, la trata de blancas. Porque son ellos, los bárbaros, los que cometen los delitos, los que pegan palizas en los institutos y las graban en los teléfonos para recrearse después, los que marcan a fuego la esvástica sobre pieles inocentes, los que queman mendigos.

Los bárbaros, invasores de nuestro paraíso sin violencia. Cómo nos molesta que las huchas, tan monas, la negra, la amarilla, la aceitunada, anden por ahí cometiendo delitos y no se queden quietecitas con nuestra limosna en la boca.

Pandilla de desagradecidos. Cómo no vamos a preocuparnos por la inmigración, por los violentos que amenazan nuestras fronteras para destruir el imperio de bienestar.

Los bárbaros son los culpables, no nuestros hijos, nuestros hijos no. Qué miedo. Qué pánico y qué responsabilidad tan enorme educar un hijo. Es mucho más cómodo mirar hacia otro lado. Como escribió Kavafis , qué haríamos sin los bárbaros. Quizá ellos sean una solución después de todo.