THtace unos meses, estaba en Londres tomando con mi hijo un pastel con café en un bar de Candem Town cuando el jefe , un educado camarero árabe, se acercó a mi hijo y le preguntó que si era musulmán. Al observar nuestro gesto de extrañeza, nos explicó que con aquella barba, mi hijo parecía un integrista y que debería afeitarse para no despertar sospechas. Como a los pocos días regresábamos a España, mi hijo no se rasuró, pero si ahora estuviera en Londres quizás debiera hacer caso al hostelero árabe porque, según cuentan quienes viven allí, los jóvenes de barba cerrada son observados con aprensión y hasta con miedo.

Desde antiguo, la barba es una señal. En Europa, la barba fue sinónimo de progresismo en los 70 e identifica a los integristas 25 años después. Según un estudio, si gastas barba, no ganas las elecciones. Se ponen como ejemplo los casos de Almunia y de Rajoy y se argumenta que en España, sólo Extremadura está gobernada por un barbudo (el presidente de Aragón se la afeita de vez en cuando).

En 1439 se celebró en Florencia un concilio para unir la iglesia cristiana de Roma y la ortodoxa de Oriente. Se llegó a un acuerdo que firmaron todos los cardenales y patriarcas salvo el ortodoxo Marco de Efeso, que dinamitó la unión al regresar a Grecia con este singular argumento: "Si nos aliamos con la iglesia católica, al final nos tendremos que afeitar la barba". Algunos creen que el integrismo y el fanatismo es simplemente una cuestión de barbas. ¡Ilusos! ¿Lleva barba Bush?