Si hay niños que se alimentan solo a base de pasta, pizza, bollería y bocadillos —alimentos que, si se convierten en diarios, acaban contribuyendo a aumentar la obesidad infantil— «es porque eso es lo más cómodo para sus padres: se ahorran tener que cocinar, evitan tener que pensar cada día los menús y, sobre todo, eluden discusiones con sus hijos cuando estos no quieren comerse la verdura o el pescado».

La reflexión es de Eulàlia Fargas, cocinera, nutricionista, madre y fundadora también de la escuela de cocina que lleva su nombre, situada en el Mercat de la Boqueria de Barcelona. Por ella pasan cada año algunos cientos de escolares. El centro nació hace 15 años para cubrir un hueco que Fargas considera determinante, «la necesidad de dar una buena educación alimentaria».

«Si un niño no come más que pasta y botifarra es porque hay un adulto que se lo pone en la mesa», prosigue la educadora, que está convencida de que la mejor manera de que un menor pruebe nuevos alimentos es «haciendo, por ejemplo, que los cocine él mismo».

«Si los padres hacen partícipes a sus hijos de la actividad de cocinar, si esos niños ayudan en la preparación de un plato, seguro que luego se lo comerán, sea la verdura que sea o el pescado que sea», argumenta. «Yo he visto, aquí en la escuela, a niños probando por primera vez unos higos o un palosanto y sorprenderse de lo sabrosos que eran», exclama. Algunos posiblemente ni sabían que esas frutas existieran.

Las escuelas llevan ya años trabajando para que los alumnos adquieran conocimientos y hábitos de alimentación saludable. Lo hace mediante protocolos, guías y pautas elaborados en coordinación entre las consejerías de Educación y Salud o promovidos por entidades como la Fundación SHE, liderada por el doctor Valentí Fuster. «Es uno de los contenidos que se tratan en áreas como la educación física y, de forma transversal, cuando se abordan temas de autonomía personal», indican fuentes de Educación. Además, en colaboración con la Consejería de Agricultura, «también se llevan a cabo campañas para fomentar el consumo de fruta», agregan.

«Es cierto que las escuelas cuidan cada vez más este aspecto y que cada vez hay más padres concienciados, pero también es cierto que la alimentación es todavía un tema secundario, que cuesta mucho introducir cambios», lamenta Fargas, que recuerda los efectos que el sobrepeso y la obesidad tienen en la calidad de vida de las personas y los costes que causan al sistema sanitario. «Debería de ser un asunto estratégico y, en cambio, se ha dejado casi siempre en manos del márketing y la publicidad», denuncia.

«Al buscar escuela, los padres deberían saber si ese colegio tiene un huerto escolar, porque eso significa que allí hay una preocupación por la alimentación», dice.