TStuena el móvil. Me llama el productor Paco Lobo para puntualizar que en Cáceres, en los 80, se bebía con motivo de actos culturales y conciertos. Tiene razón: en los 80, se bebía con un pretexto y se sabía de qué iba el pretexto. Es decir, te tomabas unas copas escuchando a Siniestro Total y sabías que quien cantaba era Julián Hernández y su banda. Una vez entrevisté al líder de los Siniestro en su casa de la Gran Vía de Vigo para un suplemento cultural. Su chica me invitó a un té afrodisíaco y el rockero me demostró ser un tipo muy leído y muy culto, es decir, un botellonero con conciencia. Pero en los 90 llegó el desmadre y ya se bebía sin pretextos. Hoy, la ley prohíbe beber porque sí y han vuelto los pretextos. La diferencia con los 80 es que ahora los bebedores no saben de qué va el pretexto.

Este verano, en la fiesta de las piraguas se reunieron 250.000 botelloneros en Ribadesella. El ayuntamiento hizo una encuesta y resultó que el 90% no sabía quién había ganado la prueba. La semana pasada, llegó la vuelta ciclista y se organizaron suculentos botellones en los que daba lo mismo Heras que Santi Pérez. Este fin de semana, 2.000 jóvenes pagaron para asistir a la fiesta dance del hípico, 300 falsificaron el sello de entrada con una patata y 8.000 dijeron en casa que iban a un festival, pero se gastaron la pasta en el Eroski, que estaba petao el sábado a las 21 horas. Hoy se bebe porque es Womad, porque es la feria, porque comienza el curso, pero nadie sabe quién toca. Tiene razón Paco Lobo: ya no quedan bebedores con conciencia.