La valla no tiene ni edad ni sexo. Niños y mayores, hombres y mujeres intentan dar el salto. En la avalancha del martes, una decena de madres consiguieron superar la doble barrera de tres metros cuajada de alambre de espino con sus hijos amarrados a la espalda. Al menos dos de ellas resultaron heridas y aunque ahora tienen los brazos escayolados sonríen felices. Lo importante para ellas era pasar a suelo español.

"Yo quería entrar a España con mi hijo y lo conseguí. No me importa que me haya roto el brazo en el intento", comentó una de ellas antes de entrar en la comisaría de la Policía Nacional para que le abrieran un expediente de expulsión y así poder solicitar plaza en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Ahora, esperará allí unos meses hasta conseguir un salvoconducto para la Península. Ella, por tener un menor a su cargo, tiene preferencia.

Las dos jóvenes heridas son de Camerún y aseguran que sus maridos esperan una oportunidad al otro lado de la frontera "Están por la zona de Mariguari y cualquier noche de éstas lo intentarán de nuevo, porque queremos estar todos juntos", dijo una de ellas.

Sus bebés se suman al centenar de menores que ya residen en el CETI. Muchos han nacido en Melilla, pues son hijos de embarazadas, a las que la Guardia Civil deja entrar por el puesto de Aguadú por razones humanitarias. Las que ya han tenido sus hijos en el trayecto tienen que intentar dar el salto usando escaleras artesanales, como hacen los hombres. Pero ellas con la dificultad añadida de llevar bebés a la espaldas.

Ellas no eran las únicas heridas. Con la camisetas ensangrentada, Joseph, otro camerunés, asegura que la Gendarmería Real le hirió en la cabeza con un cuchillo. "La policía marroquí nos hiere con cuchillos, nos trata como animales", explicó. Este joven subsahariano dijo que, anoche, el hecho de estar sangrando de la cabeza no le hizo desfallecer.