TStegún un estudio realizado en la Universidad de Glasgow beber hace a las personas un 25% más apuestas ante el sexo opuesto. Para llevar a cabo el experimento se solicitó a 120 estudiantes de ambos sexos que puntuaran de 1 a 7 una serie de fotografías de personas para ellos desconocidas. Hay que señalar que los científicos les habían dado previamente unas copas de vino o de cerveza a la mitad de estos jóvenes. Los estudiantes --digámoslo así-- alcohólicos juzgaron con mayor generosidad que sus compañeros abstemios el atractivo físico de las personas retratadas.

España no es Escocia, pero supongo que si hicieran este experimento en nuestro país (difícil lo veo: a ver dónde encuentran 60 estudiantes abstemios) los resultados serían parecidos. O sea que a lo mejor bebemos como cosacos no para superar la timidez, aliviar el vacío existencial o matar el aburrimiento sino para encontrar belleza donde no la hay. Si además resulta que se bebe en exceso principalmente en horas intempestivas, algo de razón tendrá el refrán que asegura que "de noche todos los gatos son pardos". (Me pregunto si el hecho de que, según las estadísticas, las mujeres se preocupen menos que los hombres por la belleza física del sexo opuesto explica que nosotros bebamos más que ellas).

Decía Confucio que "cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla". Si el filósofo chino viviera en nuestros días entendería que en asuntos de belleza no hay ceguera que no cure el milagroso alcohol. Ya sabemos por qué en muchas inauguraciones de exposiciones de arte presuntamente transgresoras se ofrece una copa de vino a los sufridos asistentes.