Con tonos severos y aludiendo al Apocalipsis, el papa Benedicto XVI abrió ayer el primer sínodo de su pontificado, en el que participan 256 obispos y cardenales llegados a Roma desde 118 países. Joseph Ratzinger criticó con dureza a quienes "quieren eliminar a Dios de la vida pública, transformándolo en una opinión privada. Eso no es tolerancia, sino hipocresía".

El sínodo abordará durante tres semanas los temas vinculados con la Eucaristía y el devenir de la Iglesia en Europa y "en Occidente en general".

Las palabras de Ratzinger recordaron a las meditaciones que escribió para el Vía Crucis de la pasada Semana Santa, donde dijo que el hombre actual no cree en nada.