Benedicto XVI leyó ayer, en una parroquia de Roma, el último sermón de Juan Pablo II, que aquel papa no pudo pronunciar porque murió el día anterior. "Es como un testamento", subrayó Joseph Ratzinger frente a unos 2000 fieles de la parroquia Padre Misericordioso, en el barrio Tor Tre Teste de la capital, que cuenta con un templo diseñado en forma de tres grandes velas por el arquitecto estadounidense Richard Meier.

En el sermón, aludía a la humanidad, que a su juicio "a veces parece perdida y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo". "El Señor resucitado ofrece el regalo de su amor, que perdona, concilia y abre el alma a la esperanza. Es el amor que cambia los corazones y trae la paz", aseguraba Juan Pablo II.

Benedicto XVI comentó el texto, que ya se conocía, a siete días de cumplirse el aniversario de la muerte de Juan Pablo II. "En los diseños de Dios estaba escrito que el papa nos dejara antes de pronunciar estas palabras", dijo Ratzinger, antes de pedir a los fieles su "compromiso en las familias y en todos los ámbitos sea comprender y recibir el amor misericordioso de Dios".

Para el próximo sábado, aniversario de la muerte de Karol Wojtyla, se ha organizado una vigilia de rezos en la plaza de san Pedro, mientras sigue lentamente el examen de la ingente documentación presentada para el proceso de beatificación de Juan Pablo II, puesto en marcha tan sólo a los dos meses después de su muerte. El día de los funerales la multitud congregada en la plaza levantó pancartas pidiendo que fuera hecho santo, ya, "El camino es largo y queda mucho trabajo por hacer", explicó defensor de la causa, Slowomir Oder.