En Europa y América, donde residen tres de cada cuatro católicos, las iglesias están cada vez más vacías y los jóvenes son los primeros en desertar. Para atacar esa situación y "reforzar los vínculos de unidad y comunión" de los que cumplen con el precepto dominical, el anterior Papa, Juan Pablo II, propuso convocar un sínodo ordinario, una asamblea mundial de obispos, con la eucaristía como centro. Su sucesor, Benedicto XVI, inaugura hoy el XI sínodo ordinario que debatirá sobre la cuestión durante tres semanas y, de paso, preparará el terreno para que el Papa reintroduzca el latín y el canto gregoriano en las misas.

Los 256 participantes en el sínodo, la mayor parte prelados elegidos por las conferencias episcopales nacionales, conducirán sus debates a partir de una especie de hoja de ruta denominada Instrumentum laboris , que recoge buena parte de las preocupaciones de la jerarquía sobre la deriva en la que ha caído la eucaristía. El documento detecta las "omisiones y negligencias" que devalúan la celebración de la misa. Y se avanza que los padres sinodales ofrecerán al obispo de Roma propuestas útiles para "la renovación eucarística".

TRADICIONALISMO Sabida es la querencia del Papa por las misas en latín, a las que el Concilio Vaticano II (1962-1965) decidió poner coto, que se han erigido en una de las principales señas de identidad de los sectores tradicionalistas, como es el caso de los seguidores del obispo integrista francés Marcel Lefevbre.

En el Instrimentum laboris , confeccionado desde el Vaticano a partir de las aportaciones de dirigentes católicos de todo el mundo, se señala que existe "el deseo de conservar el uso del latín, sobre todo en las celebraciones de carácter internacional". "Sería deseable --dice el documento-- que los cristianos de todos los países supieran rezar y cantar en latín algunos textos fundamentales, como el Gloria, el Credo y el Padre Nuestro".

La hoja de ruta de la reunión rezuma igual preocupación por el canto en la misa, que ha de ser "verdaderamente digno". Habría que "asegurar que lo esencial del repertorio del canto gregoriano sea conocido por el pueblo", se añade. Cierta música instrumental y vocal está mal vista, se advierte. Se trata de otra de las obsesiones de Ratzinger. El mismo texto propone ya una solución: "Favorecer entre músicos y poetas la composición de cantos, elaborados según los criterios litúrgicos, con un verdadero contenido catequístico sobre el misterio pascual, el domingo y la eucaristía". En las misas para jóvenes, es preciso "evitar las formas musicales que no invitan a la oración porque están sujetas a reglas del uso profano".

El Instrumentum laboris trata de evitar ser un documento que entra en contradicción con el Concilio Vaticano II. Por ello afirma que "no se duda de los grandes efectos de la reforma litúrgica llevada a cabo por el Concilio Vaticano II", que, entre otras cosas, arrinconó el latín, pero detecta "errores y sombras".

A continuación se citan algunas de esas desviaciones, ante las que "no hay que alarmarse", pero que hay que eliminar. Entre ellas, el orden del día del sínodo identifica "la falta de decencia en el vestir; la eliminación de gestos por considerar que son demasiado tradicionales, como es el caso de la genuflexión delante del Santísimo; una distribución impropia de la comunión, que se recoge con la mano, y la decadente calidad arquitectónica y artística de los edificios sagrados", se enumera.