Pese a vivir momentos amargos por el escándalo de los gastos abusivos de algunos diputados, el Parlamento británico tiene este fin de semana algo que celebrar. El Big Ben, el reloj más famoso del mundo, símbolo del Reino Unido y de Londres, cumple hoy 150 años.

El bong-bong de su gran campana es una referencia para el país. Con él despiden el año los británicos, con él sigue iniciando la BBC los informativos de radio de las seis de la tarde y medianoche. El repique llega a las tropas en Afganistán o a los expatriados en cualquier lugar del planeta. También anuncia, cuando el son se torna en respetuoso doblar, la muerte del monarca.

Aunque reducido al silencio en la primera guerra mundial para evitar el ataque de los zepelines enemigos, durante la segunda permaneció imperturbable, dando las horas y tranquilizando a los ciudadanos aterrados por los bombardeos de la Luftwaffe, la aviación nazi. No es extraño que, en una reciente encuesta, el querido reloj fuera elegido el monumento nacional más emblemático para los británicos, pese a que muchos se confunden al nombrarlo.

Autóctonos y turistas piensan que la torre de 96 metros al final del extremo norte del puente de Westminster es el Big Ben. En realidad, la construcción de estilo gótico victoriano es la Torre del Reloj del palacio de Westminster. El Big Ben es la gran campana --13,8 toneladas de bronce y estaño-- que forma parte del reloj al que da nombre, junto a cuatro más pequeñas.

Estas dan los cuartos, con la música Westminster chimes, basada en El Mesías de Händel. El sonido de la grande, al dar las horas, alcanza 118 decibelios, intensidad similar a la de un avión en el despegue. Según algunas versiones, el nombre de Big Ben se debe a un boxeador de los pesos pesados, Ben Caunt, pero otros lo atribuyen al parlamentario Sir Benjamin Hall, que encargó la campana.

UN ABOGADO Y UN ASTRONOMO El conjunto fue erigido con la reconstrucción del Parlamento, destruido por un incendio en 1834. Un abogado y el astrónomo real diseñaron el reloj, con un mecanismo revolucionario que aún funciona.

El mal tiempo, las aves despistadas y algún percance técnico lo han detenido varias veces. Ha sido también objetivo terrorista. Es el precio de la fama.