TEtn su famoso libro Gramática de la fantasía (famoso al menos para quienes tenemos algún tipo de relación con los talleres literarios o clubes de lectura), Gianni Rodari dedica un capítulo al "binomio fantástico" como posible punto de arranque de una historia. El autor italiano propone dos palabras, sin aparente relación entre sí, para estimular la imaginación en aras de empezar a escribir un cuento. Deben buscarse dos términos opuestos para favorecer cierto extrañamiento que abra ventanas a la imaginación. No vale, por ejemplo, el binomio caballo-perro porque son de la misma clase zoológica. Mucho mejor sería asociar las palabras "perro" y "armario", que se revelan disímiles.

Mi amigo Simón , a quien hacía mucho que no veía, me contó ayer que está en trámites de divorcio. Se queja una y otra vez de que su mujer y él no tienen nada en común. Pero de eso ya me percaté yo hace mucho: que Simón y su mujer son como la noche y el día. O por decirlo de otra manera: son como un perro y un armario. Lo curioso es que esa falta de sincronía fue el disparador de su historia , es decir: de su noviazgo. Pero yo diría que una buena historia no es aquella que empieza bien sino la que empieza y acaba bien (y con esto no estoy afirmando que el final tenga que ser forzosamente feliz).

El divorcio está hoy a la orden del día y cada vez son más los matrimonios que rompen su historia, quizá porque a la larga un diccionario y una lata de sardinas, un teléfono y un rinoceronte de Sumatra, una farola y un plátano (añádanse otras combinaciones a placer) puede que sean binomios fantásticos pero rara vez son fantásticos binomios.