Aunque nadie puede saber a ciencia cierta cuántos cadáveres ha dejado el ciclón Nargis a su paso por Birmania, el macabro baile de cifras sigue decididamente al alza. Solo en la ciudad de Labutta y sus alrededores han muerto 80.000 personas, según un responsable militar local cuyo testimonio hizo pedazos los datos oficiales (anclados en los 23.000 muertos y 42.000 desaparecidos). Otras estimaciones hablan de más de 100.000 e incluso de 150.000 muertos. Mientras, el hermético régimen militar sigue racaneando con los visados a los expertos internacionales y jugando al ratón y al gato con la ayuda internacional, que llega a trompicones.

"Soy el único superviviente de mi familia. Yo pude agarrarme a un árbol, pero mi mujer y mis dos hijos han muerto", explicaba a la agencia AFP un joven de Kanyinkone, uno de los 63 pueblos de los alrededores de Labutta que han quedado anegados. La ONU cifró ayer en un millón y medio las personas "gravemente afectadas".

En Labutta "el problema es gigantesco. Hace falta agua, comida, medicamentos, inmediatamente", decía ayer un médico. Los supervivientes de la región se concentran a la espera de una ayuda que no llega. Los habitantes de la ciudad han donado arroz y agua potable. "Pero no creo que podamos alimentar a toda esta gente más de dos días", explicaba un comerciante local.

Y la ayuda empieza a llegar, pero trabajosamente. El receloso régimen birmano admite la que le viene de los países vecinos y que considera amigos, como China, Tailandia y Singapur, pero por el momento solo entreabre la puerta a las Naciones Unidas y a Occidente, pese al clamor internacional y las presiones. La propia ONU se declaraba abiertamente "decepcionada" por la "extremadamente insatisfactoria" respuesta de la Junta militar, a pesar de que finalmente ayer logró hacer llegar los cuatro primeros aviones del Programa Mundial de Alimentos (PMA). También llegó un avión de la Cruz Roja Internacional. EEUU, en cambio, no obtuvo permiso de aterrizaje para el suyo y expresó su "indignación" a través del embajador ante la ONU. Un responsable del Departamento de Estado se mostró dispuesto a lanzar ayuda desde el aire sin el permiso de las autoridades birmanas, aunque el secretario de Estado de Defensa, le desmintió.

ESPAÑA, CON FRANCIA El ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, se sumó ayer al coro de cancillerías occidentales partidarias de "ejercer todas las presiones necesarias" sobre la Junta birmana y se alineó con su homólogo francés, Bernard Kouchner, dispuesto a forzar la llegada de la ayuda apelando en el Consejo de Seguridad de la ONU al derecho de injerencia humanitaria. La Comisión Europea, más tibia, deploró las dificultades de acceso, pero estimó que no se puede "forzar" su entrada en el país y que hay que "convencer" a las autoridades.

En mitad de este panorama desolador, en Bogalay, en el golpeado delta del Irrauadi, la vida se abría paso tozudamente. Tras haber perdido a siete de sus 10 hijos, Than Win, de 41 años, dio a luz el miércoles a un niño. Tras dos horas colgada en un árbol se puso de parto. "Después de todo, este es un regalo hermoso", dijo.