La muerte del bombero de 28 años José Garrido cuando intentaba rescatar a un niño puede tomarse como un fallecimiento más en acto de servicio, pero el caso es que semejante desenlace podría haberse evitado. El menor entró el pasado viernes en un enorme solar en Barcelona y había caído en una estación eléctrica que no estaba debidamente señalizada. El bombero debía realizar un servicio rutinario; de esos de llegar, desplegar escalera, sacar al niño y volver a la estación sin un rasguño. El agente, sin embargo, no sabía de la presencia de los 11.000 voltios y, con solo tocar el metal, la electricidad se encargó del resto. Ayer, de madrugada, tras ser operado de urgencia, perdía la vida.

¿Por qué el primer equipo que acudió al lugar no fue advertido del transformador? ¿Cómo una infraestructura tan peligrosa era tan accesible? Todos los compañeros de José Garrido deben estar haciéndose esas y otras muchas preguntas, que deberán ser aclaradas por una investigación que el alcalde Jordi Hereu exigió ayer.

La valla metálica que aislaba el solar no aportaba información alguna del peligro interior, razón por la que José y sus compañeros acudieron a la llamada de "un niño que ha caído en un agujero" sin las prevenciones propias que exigía la situación real de rescate.

El menor sigue en estado muy grave, con quemaduras en el 37% de su cuerpo, mientras que el otro bombero electrocutado evoluciona favorablemente de sus quemaduras.