El Diccionario de dudas de Manuel Seco define el fetiche como "un objeto al que se atribuyen poderes mágicos". Boris Izaguirre, hombre de pocas dudas, apeló ayer a esta interpretación al presentar su último libro, cuyo título pretende evocar "algo más que lencería y erotismo". Fetiche (Espasa) es un inventario de todos los nombres, rostros, filmes, lugares y acontecimientos del último medio siglo que, a ojos del venezolano, tienen efectos mágicos, pertenecen al rango del fetiche. Del general Torrijos a la Pantera Rosa, de Heidi a Jomeini, el libro de Izaguirre está lleno de iconos para adorar. El siguiente en la lista quisiera ser él mismo: "Aspiro a convertirme en un fetiche generacional".

Izaguirre (en la foto, ayer en Madrid) es un voyeur que practica el exhibicionismo. Ayer lo volvió a demostrar. Esta vez no desnudó sus muslos, sino sus intenciones vitales más profundas: "Mi mayor fascinación es observar. He buscado no seguir ningún dogma y pasear por todos", dijo al recordar el recorrido que ha seguido para reunir "el enorme álbum de cromos" del libro. "Cuando vivía en Caracas me colaba en todas las fiestas high . Cuando descubrí que no me echaban de ninguna, me fui de Venezuela", ilustró.

Su colección de ídolos ha crecido desde que vive en España, país que considera de natural fetichista. "Aquí se inventó la revista ¡Hola!, el moño y el pelo frito. Aquí se admira con la misma devoción el traje de Letizia y el cadáver de Copito", señaló. A la novia del Príncipe la emparentó con otro icono de su devocionario: "Es la heredera de Jackie Onassis; ella también fue reportera. Me parecería fantástico que hoy todas las chicas quisieran hacerse reporteras", observó.