Las figuras del toreo se han distinguido siempre por su personalidad en el ruedo y otras actuaciones también determinantes en la calle. Su extraordinaria ambición les lleva a torear a veces aún físicamente bajo mínimos.

Ha sido el caso de El Juli, herido hace dos días en esta misma plaza en una zona tan dolorosa como es la bolsa escrotal, y el extremeño Miguel Angel Perera, que no hace ni diez días sufrió una cornada grave en Burgos. Los dos quisieron estar en la corrida de ayer contra viento y marea.

Un valor que también hay que resaltar en Castella, a la postre el triunfador de la tarde al contar con el único toro propicio. Y en el siguiente, que ya no fue tan claro, mostró disposición y arrestos, aguantando hasta que llegó una voltereta cantada de antemano.

La conclusión del festejo es que triunfó Castella, y se perdió un triunfo también importante Perera si no llega a fallar a espadas en el último. La corrida de Jandilla dejó mucho que desear, escasa de todo.

A empellones

El Juli cargó con un lote imposible. Un toro raro el primero, sin ánimo de embestir. El diestro lo intentó de mil maneras hasta asumir que no había nada que hacer. El cuarto, también sin clase alguna, cuando arrancaba lo hacía, a empellones.

El primer toro de Castella, escaso de fuerzas, acabó yendo a más. La faena, aún sin llegar a romper, tuvo su aquel en las cercanías, donde el torero francés se encontró muy seguro, firme y resulto. El quinto fue muy complicado. Salió poniéndose por delante y en la muleta no pasó de las medias arrancadas, sin humillar y tropezando mucho la tela.

En el único intento con la muleta montada se le echó el toro a los lomos de forma espeluznante y salió indemne.

Perera cuajó una primera faena algo atropellada por el pitón izquierdo pero con mucha reciedumbre en el toreo en redondo, y que a pesar de todo no tuvo el eco suficiente.

Donde se la jugó Perera fue en el sexto, un toro poco claro al principio pero que cambió a bueno en la muleta. Quieto como un poste en la apertura, llegó a pegar ocho muletazos sin enmendarse más un cambio por detrás y el de pecho. La locura.

A partir de ahí, faena a más, llevando al toro muy sometido. Tres tandas a derechas de enorme suficiencia. Y por el otro pitón tragando quina, jugándosela de verdad. Fue una pena que no matara bien, pues hubieran caído las dos orejas de más valor de la feria.