TMtuchas veces no reparamos en lo cotidiano hasta que alguien nos desvela, como si fuera un gran descubrimiento, lo que tenemos ante nuestros ojos. Podemos ver los telediarios todos los días, hacer zapping como locos para comparar el sesgo de cada cadena y no caer en los mensajes subliminales que nos lanzan desde la puesta en escena. Un varón puede llegar al cénit de su carrera televisiva siendo un sexagenario con nietos como Iñaki Gabilondo , un cincuentón aparente como Matías Prats , e incluso peinar canas como David Cantero o Lorenzo Milá . Eso sí, a su lado habrá siempre una mujer que rara vez pasará de los cuarenta y que bajo ningún concepto podría salirse de los cánones de belleza impuestos por esa dictadura que llaman imagen. Hay quien lo ha definido de forma gráfica como el burka de occidente, una especie de obligación sibilina que provoca que haya chicas pidiendo operaciones de cirugía plástica antes de ser mayores de edad, que hace que se impongan como modelos los cuerpos famélicos, que obliga, en definitiva, a que una parte de la población se ocupe más del envoltorio que de su propio contenido. También hay quien cree que esa tiranía que padece la mujer se corrige consiguiendo que los varones también la sufran y haciendo de la estética un principio casi ético. Otros creemos que estas normas no escritas forman parte de las nuevas formas de machismo que operan en occidente, incapaces de forzar a poner velos pero que con demasiada facilidad disponen los perímetros correctos para cada parte del cuerpo y los tonos adecuados para cada edad, como si de simple ganado se tratara.