THtace tiempo trabajé en un purgatorio con vistas temporales al cielo. Cada tarde, llegaba el bus de las mujeres perfectas. Descendían una a una, a cada cual más bella. Eran las modelos de Zara , que acudían a la fábrica central de Arteixo para que les probaran las nuevas creaciones de Inditex . Tres minutos antes de las cinco, todos dejábamos nuestras tareas y nos apostábamos en las ventanas para atisbar el cielo y sentir punzadas de ansiedad en el estómago.

Hace años, viajé al purgatorio. Fui a Bruselas y descubrí una ciudad llena de funcionarios depresivos y militares de la OTAN desquiciados. Mientras esperaba el avión a Madrid, anunciaron el aterrizaje del vuelo de Estocolmo. Vi desembarcar a cien suecas perfectas. Acudían a una convención de jóvenes ejecutivas europeas provocando desazón en quienes las mirábamos anhelando un cielo imposible.

Ayer llevé el coche al purgatorio: un taller de Aldea Moret, ese barrio cacereño donde el paro supera el 20% y los problemas sociales abundan. Regresé en un autobús urbano y de nuevo entendí el cielo: estaba repleto de muchachas de labios bien perfilados que olían a fruta y agua de ducha. Las chicas perfectas de Zara llegaban y se iban. Las suecas paradisíacas aterrizaban y al día siguiente despegaban. Las muchachas celestiales de Aldea Moret se quedan, siempre se quedan. No hacen caso a Antena 3 ni a los alarmistas de toda la vida . Prefieren el verso de Lope de Vega: "Creer que un cielo en un infierno cabe: eso es amor, quien lo probó, lo sabe".

*Periodista