Yo soy tu mamá de corazón y ella, tu mamá de pancha», le cuenta Marta a su hija adoptada, de 8 años, a la que siempre quiso transmitir el orgullo de sus orígenes. «Hemos querido darle mucho valor a su procedencia: estudia chino, hemos viajado al país…». Ya se verá si la pequeña desea algún día ir a la búsqueda de sus raíces, un camino que no todos los adoptados quieren recorrer. Para los que sí sienten la necesidad en algún momento de sus vidas de ir al encuentro de la familia biológica, en los últimos años ha aparecido la figura del mediador, ya implantada desde hace décadas en países como EEUU. Un guía profesional que acompaña y protege a todos los componentes de la tríada adoptiva: el hijo, la familia biológica y la adoptiva.

El centro Madop, pionero en este tipo de asistencia, fue creado en el 2012 en Madrid por Jaime Ledesma del Busto y otros expertos en adopción. «Nuestra intervención es fundamental para respetar la voluntad de las dos partes. Porque aunque el hijo tiene el derecho de conocer sus orígenes [según la ley 54/2007], no tiene la potestad de irrumpir en la privacidad de la familia biológica, solo de conocer los datos». La complejidad de las situaciones a las que puede enfrentarse hace aconsejable la intervención de un equipo experto que se encarga de tender puentes y minimizar los choques afectivos.

«Hay progenitores que se niegan en rotundo al contacto, sufren situaciones muy duras de drogodependencias o están fallecidos. Siempre hay que prepararles para la muerte», avisa el psicopedagogo. También para dramas como el de una madre biológica en prisión por matar al padre. Por todo ello, es clave un proceso de preparación emocional que puede durar meses antes de emprender la búsqueda.

Durante ese asesoramiento se «ajustan las motivaciones» que llevan a ese viaje y se trabajan las expectativas para «desmontar las fantasías irreales» de ambas partes. Suele ocurrir, agrega el experto, que jóvenes que estén atravesando un mal momento en el trabajo o con la pareja sientan un vacío que deseen llenar con el contacto con su madre biológica. «Luego se pueden llevar el chasco de que sufran un segundo abandono». O puede plantearse una expectativa inversa: que la progenitora biológica piense que va a recuperar a su hijo. «Entonces hay que explicarles que no se trata de eso, que ya tiene unos padres».

Es competencia de estos profesionales valorar si el momento es oportuno para iniciar ese camino de construcción y reparación de la identidad, subraya Cesarina Ontiveros, del equipo de adopciones de la Fundació Eulàlia Torras de Beà que ha puesto en marcha una unidad especializada en la búsqueda de los orígenes. «La persona adoptada debe estar en un estado de equilibrio y madurez apropiado y ser mayor de edad. También se tratan con los parientes biológicos temas como la culpa o la vergüenza». El camino atraviesa una primera fase de intercambio. Cartas, fotografías, llamadas... «Después se prepara el cara a cara. Hay que dejar claro que el proceso puede ser interrumpido en todo momento por cualquiera de las partes», explica Ontiveros.

Ledesma, autor de Mediación familiar en búsqueda de orígenes. El encuentro con el espejo biológico, apunta que lo frecuente es que se dé una primera etapa de «luna de miel», de intensa comunicación que «poco a poco va descendiendo». «Al final a menudo se llega a una relación que podría asemejarse a la de un pariente lejano. Contactos en Navidad y cumpleaños». Hay historias con finales felices que cierran el círculo de manera redonda pero también las hay tristes. Escenarios diversos como los que cuentan la película Lion, basada en hechos reales, y la obra Boscos, que forma parte de la tetralogía de Wajdi Mouawad La sangre de las promesas, centrada en la búsqueda de los orígenes.

La edad en la que comienza el rastreo suele ser entre 25 y 35 años, aunque la tendencia es que se inicie cada vez antes. Ahí entran las redes, un arma de doble filo que ha irrumpido de manera muy peligrosa en el mundo de la adopción. «Se dan casos de chavales que entran en contacto con sus parientes por Facebook y surgen graves conflictos, incluso acosos», advierte Ledesma. Sucedió con los hermanos biológicos de un adoptado rumano al que pedían dinero. «Le ayudamos a entender que no era su responsabilidad».

Mientras la mediación permite un acercamiento progresivo, internet es una bomba que puede llevar a impactos violentos. «Ver de golpe en una foto el parecido físico puede afectar mucho», enfatiza Ledesma. El éxito de la búsqueda, concluye Ontiveros, no dependerá tanto del encuentro físico «como de las condiciones emocionales de la persona que busca».