Una gigantesca operación de control de daños. De hecho, la Casa Blanca lanzó ayer dos poderosas actuaciones paralelas. Una, para llegar por fin --cinco días después-- con provisiones y medios de rescate hasta las decenas de miles de personas abandonadas en el infierno inundado por aguas tóxicas en que se ha convertido Nueva Orleans. La otra, para reparar en lo posible el tremendo perjuicio político que ha sufrido el presidente de EEUU, George Bush, por el retraso en actuar tras el paso del huracán Katrina , la desastrosa ineficacia de los esfuerzos de socorro y la imprevisión gubernamental frente al conocido riesgo de hundimiento de los diques de la capital de Luisiana a causa de la imponente tormenta cuya llegada estaba anunciada desde muchos días antes.

Bush visitó la zona devastada en un viaje cuidadosamente coreografiado por los spin doctors (asesores de imagen) de la Casa Blanca, en la que cada detalle fue explotado como propaganda de imagen; desde la transmisión completa y en directo de todo lo que el presidente habló con los encargados de las operaciones de rescate, hasta los emotivos planos de sus abrazos con varios supervivientes en Biloxi.

MAS DE 10.000 MUERTOS Pero el gran fallo de Bush fue insistir una y otra vez en que "nadie podía haber previsto" que los diques de Nueva Orleans cedieran, afirmación que le hizo perder el escaso crédito que tenía, cuando su índice de popularidad es ya el más bajo de un presidente de EEUU desde la segunda guerra mundial, aparte del de Richard Nixon durante el Watergate.

Porque esa aseveración era una mentira: un amplio informe publicado en el 2002 por el New Orleans Times Picayune predijo todo lo que ha pasado, incluidas las cifras exactas de los que iban a quedar atrapados en el estadio Superdome y las de víctimas mortales, que ayer el senador republicano David Vitter estimaba ya en "más de 10.000".

Además, la decisión de Bush de integrar la agencia federal de emergencias (FEMA) en el Departamento de Seguridad Interior "la degradó, la aplastó bajo varias capas de burocracia, y la privó de fondos y atención en beneficio de la lucha antiterrorista", explicó ayer a Reuters la especialista Clare Rubin, de la Universidad George Washington.

MALA GESTION El exdirector de la FEMA James Lee Witt habló ante el Congreso en marzo del 2004: "Estoy extremadamente preocupado de que la capacidad de nuestra nación para prepararse frente a los desastres y responder ante ellos ha sido profundamente erosionada" por las decisiones de la Administración de Bush. La indignación contra las acciones y omisiones del presidente era ayer casi unánime entre las víctimas de la catástrofe y el propio alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, exigió a los políticos de Washington que "movieran el culo". Nagin clamó: "Autorizamos a todo correr 8.000 millones para ir a Irak, y tras el 11-S le dimos a toda prisa poderes especiales al presidente... ¿Cómo pueden decirme ahora que no saben cómo autorizar recursos para el lugar del que procede la mayor parte del petróleo que ustedes consumen?". Y la diputada Diane Watson proclamó su malestar por "los informes de prensa de que el Gobierno recortó los fondos para mejorar el sistema de diques de Nueva Orleans y los destinó a la guerra de Irak".

Por supuesto, Bush negó que el esfuerzo bélico en Irak esté afectando a la capacidad de EEUU para hacer frente a la hecatombe, pero la mayoría de los guardias nacionales de Luisiana están desplegados en ese país árabe y muchos de ellos deberán regresar a sus asolados hogares para buscar y enterrar los cadáveres de sus familiares.

El cataclismo también está dañando gravemente la imagen presidencial porque la falta de efectividad del rescate ha degenerado en escenas de espanto y salvajismo que los norteamericanos jamás creyeron posibles en su país. Desesperados por el hambre y la sed, rodeados de cadáveres en putrefacción, y viendo cómo quedaban abandonados los cuerpos de los que morían a su alrededor, muchos se lanzaron al saqueo vandálico .

Entre los peores, los que dispararon contra helicópteros de rescate y policías para que no frenaran su pillaje, y los que tirotearon los hospitales e impidieron la evacuación de los enfermos. Entre los mejores, los médicos y enfermeros que sobrevivieron inyectándose suero para seguir atendiendo a los heridos graves. Todos están en el infierno.