Una cadena de muertes de recién nacidos en China ha espoleado el miedo y devuelto los fantasmas de las crisis alimentarias y sanitarias pasadas. Las sospechas recaían hasta ahora sobre unas vacunas contra la hepatitis B, pero ayer las autoridades chinas y expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) descartaron cualquier vínculo entre el fallecimiento de 17 niños en las últimas tres semanas y esos fármacos. Pese a ello, Pekín ha detenido la producción de los tres grandes fabricantes de vacunas, aduciendo un percance burocrático: no presentaron la certificación de calidad antes de final de año.

La Comisión Nacional de Salud y Planificación y Familiar asegura que la culpa de las vacunas en los nueve casos ya investigados está descartada y que no existen indicios en los ocho restantes. Los casos ya investigados apuntaban hacia BioKangtai, el mayor fabricante del país. De las siguientes se había responsabilizado a Tiantian y Hissen. Las tres compañías producen el 80 % de las vacunas contra la hepatitis.

China acostumbraba a esconder sus crisis sanitarias bajo la alfombra hasta que se les escapaba de las manos. Pero tras la calamitosa gestión del síndrome respiratorio SARS en el 2003, dio un volantazo hacia la transparencia y la colaboración.

La OMS ha secundado las medidas tomadas por Pekín y defendido la calidad de las vacunas chinas. Estas se producen con estándares internacionales, ha aclarado Bernhard Schwartlander, representante de la OMS en China, quien también ha alertado de la dificultad de establecer un vínculo entre las muertes y las vacunas porque prácticamente todos los recién nacidos las reciben. Lahouari Belgharb, experto de la OMS en inmunización, declaró ayer que "en este momento no hay ninguna prueba que sostenga que hay un problema con la vacuna", informó la agencia oficial china, Xinhua.

OBLIGATORIA Y GRATUITA China inició en 1978 un programa de vacunación para niños que desde el 2002 incluye a la hepatitis B entre las diez inoculaciones obligatorias y gratuitas. Reciben la primera dosis al día siguiente de nacer y las siguientes, al cumplirse el primer y el sexto mes. La campaña ha reducido la tasa de enfermos entre menores de cinco años a apenas el 1%, cuando antes de las vacunaciones alcanzaba el 9 %.

Los problemas actuales son extraños por cuanto la vacuna contra la hepatitis B se considera muy segura y las reacciones graves solo se producen en uno de cada 1,1 millones de casos, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. La Organización Mundial de la Salud ha recomendado que la vacunación no se detenga a pesar de todo.

Es el último escándalo sanitario en un país que los colecciona pero que aún conserva capacidad para indignarse, sobre todo cuando hay niños involucrados. La expresión "vacuna mortal" fue la más popular en la red social Weibo la semana pasada, solo superada por "Feliz navidad". Padres que tenían que vacunar a sus hijos expresaban sus temores. El asunto mereció un editorial del Global Times, diario ultranacionalista y progubernamental: "Esta vez, las autoridades necesitan responder rápidamente a las preocupaciones y sospechas públicas, realizar una investigación a fondo, castigar duramente a los responsables y aprovechar la oportunidad para regular el sector".

Las crisis sanitarias y alimentarias nacen de la falta de escrúpulos, el poco cumplimiento de la ley y la realidad de un país en desarrollo. Cuatro niños murieron en 2008 por leche contaminada con melamina y un centenar de niños enfermó o murió en 2010 tras ser vacunados contra la hepatitis B y encefalitis.