Una sala de reuniones del complejo central de los Mossos d´Esquadra acogió el pasado día 2 la reunión que ató los últimos cabos de la operación Java- Hayastán contra la mafia georgiana en Europa que ayer se desarrolló de forma simultánea en seis países con la detención de más de 70 mafiosos, entre ellos su capo, Kajaber Shushanasvili. Desde su piso de la calle de Marina de Barcelona, este georgiano dirigía la organización a las órdenes de su hermano mayor, Lasha. Considerado el gran patriarca de la mafia georgiana, Lasha logró esfumarse ayer. Como ya pasó con otros grandes capos del Este como Tariel Oniani, un chivatazo propició su huida desde su refugio griego.

"Más tarde o más temprano caerá. Está escondido, pero solo", ilustró un eufórico investigador que asistió a la reunión antes citada. Ese día, los Mossos fueron anfitriones de una reunión sin precedentes: Cuerpo Nacional de Policía, Ertzaintza, policías de Francia, Italia, Austria, Suiza, Alemania, así como los fiscales anticorrupción de los países citados, junto a los de España, José Grinda y Fernando Bermejo. ¿Objetivo? Golpear al mismo tiempo y a la misma hora a uno de los grupos criminales más activos y mejor estructurados de los que operan en Europa.

A las cuatro de la madrugada, centenares de policías de ocho cuerpos distintos y cinco países tiraban abajo las puertas de las madrigueras de más de 70 mafiosos, 25 de ellos residían, la mayoría con sus familias, en la ciudad de Barcelona.

ENCARGO DEL FISCAL GRINDA Todo empezó en junio pasado cuando el fiscal anticorrupción José Grinda encargó a los Mossos una investigación sobre un grupo de armenios que operaban en Austria, y de los que se tenía sospechas de que sus responsables podían residir en Barcelona. El encargo recayó en la UCAI (Unidad Central de Asociaciones Ilícitas) del Area Central de Crimen Organizado, quienes, coordinados en Barcelona por el fiscal Fernando Bermejo, empezaron a trabajar a las órdenes del juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska. En nada se unió a la investigación el grupo de mafias internacionales de la Unidad central de Drogas y Crimen Organizado de la Policía, que acogió durante varios meses la presencia "operativa" de mossos y Ertzaintza, que trabajaron codo con codo en Madrid.

Con las semanas y en vista de las ramificaciones y complejidad que adquiría la trama, a la investigación se fueron acoplando nuevos cuerpos policiales de fuera de España. Así, hasta el día de ayer, pasando por reuniones en Ginebra, viajes a Francia, y un intenso y discreto intercambio de información policial.

TIROTEO EN NIZA La organización criminal estaba dirigida en Europa y desde Barcelona por Kajaber Shushanasvili, hombre de confianza y mano derecha de su hermano huido. Descrito por los investigadores como "inteligente", "frío" y "discreto", este georgiano dirigía con mano férrea un ejército de mercenarios a sueldo especializados en todas las ramas de la delincuencia. Encargaba atracos haciendo viajar a los asaltantes de un país a otro, traficaba con armas, drogas y personas, para blanquear después los ingresos. Pero había más... palizas por encargos, un extraño incidente en Niza donde los policías franceses irrumpieron en un piso en el que encontraron a un hombre herido y 40 casquillos de bala. Milagrosamente, no murió. Y, lo más curioso, un férreo control en los países en los que operaban por el que ninguna otra familia mafiosa podía operar sin su consentimiento y previo pago de ciertas "cuotas" en las denominadas obschak --cajas de recaudación--. En definitiva, una asociación ilícita en toda regla que seguía el patrón de la nueva delincuencia organizada que opera ahora en Europa: total movilidad continental, discreción en la madriguera, diversidad de delitos y un poderoso aparato legal de recuperación del dinero lavado invirtiéndolo en negocios legales.