TEtl rey Gustavo III de Suecia estaba convencido de que el café era un veneno, así que ideó un experimento para probar su teoría. El monarca eligió a un asesino y a un delincuente, al primero le condenó a tomar una buena dosis de café todos los días hasta que muriese y al segundo le indultó con la condición de que bebiese té a diario. Para darle un carácter científico, se creó una comisión médica encargada de seguir el experimento. Pero aquello resultó un fracaso. Los primeros en morir fueron los médicos, tras ellos, el rey, años más tarde, el bebedor de té, y todavía hubo que esperar un tiempo para que falleciera el bebedor de café. Creo que con ello se probaron dos cosas: que los médicos no se cuidan y que los asesinos son unos tipos duros.

Esta semana, el Alto Tribunal de Justicia de Irak condenaba al exdictador iraquí Sadam Husein a morir en la horca por su implicación en la muerte de 148 iraquíes chiíes en 1983. Con la condena se ha llegado al final de un proceso de casi 13 meses que se ha cobrado la vida de tres abogados defensores, ha provocado la renuncia de dos jueces del Alto Tribunal y, sobre todo, ha puesto en duda la legitimidad de un proceso judicial influenciado por presiones externas y por el intervencionismo del poder ejecutivo, tanto iraquí como estadounidense. Las organizaciones humanitarias han mostrado su rechazo a la sentencia de un juicio que creen injusto y que puede deparar consecuencias. A mí me parece que con ello a Sadam, un tipo duro, le van a dar café, cuando lo mejor es que le hubieran nombrado presidente de su propia comisión médica.