El consejero de Cultura, Francisco Muñoz, y el presidente de Caja Badajoz, José Manuel Sánchez Rojas, presentaron ayer Ortega Muñoz , un estudio sobre la obra del precursor de las vanguardias españolas tras la Guerra Civil, de la historiadora del arte María Jesús Avila.

El libro forma parte de una de las mayores colecciones dedicadas al arte extremeño, y supone un primer paso para recuperar la memoria del pintor Godofredo Ortega Muñoz (San Vicente de Alcántara, 1905). La Junta trabaja en la creación de una fundación con su nombre para cuya presidencia ha pedido el auspicio de la Casa Real.

Mantiene, asimismo, contactos con la familia para adquirir 23 cuadros, y la donación de medio centenar "una vez salvados algunos malos entendidos", según Muñoz. Además, el MEIAC de Badajoz prepara una exposición de Ortega que, según el director del museo, Antonio Franco, se abrirá en abril del 2004, con más de 100 cuadros, "lo que, dada que no era muy prolífico, supone todo un discurso".

Sánchez Rojas recordó que Godofredo Ortega vivió en Madrid, Salamanca, Europa, Oriente Próximo, "y siempre mantuvo sus vínculos con Extremadura. Fue universalmente conocido por sus paisajes".

El presidente de la fundación editora aseguró: "Llevamos años publicando esta colección, una aportación al conocimiento del arte extremeño porque es un gran activo de la región; tenemos mucho producto interior bruto artístico y Caja Badajoz contribuye con infraestructuras y estas publicaciones".

Muñoz afirmó que haberse declarado el pintor afín al régimen de Franco "no le quita su valía como pintor. Para nosotros es fundamental. Es el referente principal del arte contemporáneo en Extremadura y del propio MEIAC".

LEGITIMACION La autora de la obra señaló que el "libro es una maduración de un trabajo de investigación de hace años, un análisis de la obra de Ortega, que pretendió liberarse de unos conceptos anclados en el costumbrismo, y que su legitimación en el exterior le permitió renovar su plástica".

María Jesús Avila dijo que "en una primera fase, antes de la guerra, el retrato era su característica; aún estaba apegado a lenguajes más comunes. Ya en los 50 su trabajo es más singular y personal, y llega a la esencialidad y síntesis que hacen de los paisajes un lenguaje para construir un discurso, y convierte sus elementos en signos compositivos y constructivos".