Con motivo del cambio de hora del próximo fin de semana, la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe) ha insistido en que este cambio no debería efectuarse, ya que no contribuye a establecer unos horarios racionales que faciliten la conciliación de la vida familiar, laboral y personal.

Esta entidad propone que España se rija por el huso horario que "le corresponde por situación geográfica", el del meridiano de Greenwich. Arhoe explica que se parte "de un desfase horario cuyo origen se remonta a la segunda guerra mundial, mediante una orden de Gobierno (aprobada el 7 de marzo de 1940), según la cual, provisionalmente y siguiendo el ejemplo de otros países europeos, debíamos adaptar nuestro horario al de Alemania".

Añade que cuando finalizó la contienda, algunos países como el Reino Unido (por el que también pasa el citado meridiano) recuperaron su huso horario, pero en España, a pesar de que la gran mayoría de la Península está situada en el huso occidental, se mantuvo el horario europeo central "provocando un desajuste de las horas de luz y oscuridad naturales que nos corresponden".

Diferencia de dos horas respecto de la hora solar

"En nuestro país se come habitualmente a la una y se cena a las ocho (hora solar), aunque nuestros relojes marquen las dos de la tarde y las nueve de la noche, respectivamente. Esta situación se agrava aún más cuando se produce el adelanto de la hora en marzo, pues entonces la diferencia con respecto a la hora solar es de dos horas", señalan desde la asociación.

Entre las ventajas de adaptarse al huso del meridiano de Greenwich, la Arhoe cita el adelantar los horarios de comida y cena, fomentar la jornada laboral continuada con una parada de una hora para comer, más tiempo para dormir, una mejor coordinación del horario laboral con los colegios y una mejor alineación con horarios laborales de otros países.

El ahorro de energía, en entredicho

Además, según José Luis Casero, presidente de Arhoe, el cambio horario no implica un ahorro importante de energía. "En la práctica ese ahorro energético no es significativo, ya que las jornadas de trabajo siguen siendo maratonianas y se sale de trabajar a deshoras, practicando más la cultura de la presencia que la de la eficiencia y menoscabando no solo la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de las personas, sino también perdiendo eficacia y productividad en las empresas".