Ayer al amanecer los hielos del Golfo de Saint Lawrence, en el sureste de Canadá, empezaron como cada año a teñirse de sangre de focas. Hasta 325.000 de estos mamíferos marinos serán en las próximas semanas dianas de una cacería controvertida que este año se desenvuelve bajo aún más atención y protestas que de costumbre, afectada por las consecuencias del calentamiento global del planeta.

El cambio climático late tras un invierno suave que ha dejado menos hielo y de menor grosor en aguas donde cientos de miles de focas se congregan para parir. Según los científicos, eso puede provocar escasez de alimentos, forzar a los cachorros a entrar en el agua cuando no están listos para sobrevivir en ese medio y diezmar la población. También eso impulsó a críticos de la cacería a solicitar al gobierno que redujera la cuota. Sus peticiones cayeron en saco roto.

La semana pasada las autoridades anunciaron que subían esa cuota en 5.000 animales más que en el 2005. 91.000 focas se cazan desde ayer en Quebec. Otras 294.000 morirán a partir de abril, cuando la cacería se traslade a Terranova.