TEtl pasado 25 de abril, día de mi cumpleaños, ingresé en el hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. El motivo: la repentina inflamación de un ganglio cervical. Ya había pasado por el ambulatorio y por Urgencias, y empezaba a intuir que no tardarían en darme una mala noticia. No me equivocaba. Al cabo de varias semanas deambulando como un zombi por los pasillos de la Séptima Planta y después de numerosas pruebas (una operación quirúrgica incluida), los doctores diagnosticaron que padezco un linfoma de Hodking. He sopesado si debería reducir estos hechos al ámbito de lo privado, silenciar mi enfermedad, atrincherar mis miedos bajo el burka de la discreción; no lo haré: creo que sería un error dar consideración de íntimo (y por tanto de sagrado) a un maldito cáncer. Frescos en mi memoria los casos recientes de conocidos que se fueron en tan sólo unos meses, me planteé si debería dejar de escribir mis textamentos (con x) y sentarme a redactar mi testamento (con s). Pero es tanta la confianza en los doctores que llevan mi caso, y en las fraternales señales de humo que me envían amigos que ya han pasado por lo mismo (Podría ser peor ), que estoy convencido de que al final acabaré bailando el cancán sobre las cenizas de la adversidad. Los efectos secundarios de la quimioterapia jugarán en mi contra, sí, pero me he prometido no faltar a una sola cita con los lectores que cada miércoles frecuentan mis palabras en la contraportada de este diario. La escritura, una vez más, será la prueba fehaciente (ante mis seres queridos y ante mí) de que sigo apurando el cáliz de la vida. textamentosgmail.com