Mientras sus compañeros de clase perdían el tiempo detrás de las primeras novias, a sus 15 años, J. M. M. mataba las tardes ganando dinero con su primera estafa. Con la ayuda de su madre y el compañero de esta captaba con anuncios en periódicos a incautos que querían asistir a la grabación de programas de televisión. Picaron 1.500 y cada uno pagó 500 pesetas. La semana pasada, la policía catalana le detuvo por una nueva estafa telefónica. En esta ocasión usó el nombre de su abuela.

El adolescente apuntaba maneras y, ya con 18 años y la complicidad del marido de su abuela, el dúo colapsó las comunicaciones de un servicio de emergencia. La Guardia Civil lo definió como un genio de las telecomunicaciones obsesionado con Telefónica. Ahora, con 27 años, lo ha vuelto a hacer.