En una exclusiva mansión de un barrio residencial de Sao Paolo (Brasil) fue detenido el martes pasado el narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, de 44 años, el capo mafioso más buscado en todo el mundo desde los tiempos de Pablo Escobar y el personaje más codiciado por la policía norteamericana después de Osama bin Laden. La agencia antidroga de Estados Unidos (DEA) lo acusa de 15 asesinatos cometidos en aquel país, pero a Chupeta se le atribuye haber ordenado la muerte de otras 300 personas. Lo detuvo la policía brasileña.

Ramírez Abadía está considerado el principal distribuidor de cocaína en EEUU y Europa, una actividad que inició hace 20 años, por la que ha acumulado una fortuna personal estimada en unos 1.800 millones de dólares (más de 1.300 millones de euros). Huidizo y excéntrico, se ha sometido a cuatro operaciones de estética que, tras cambiarle la nariz, los pómulos, el contorno de los ojos y la barbilla, lo han hecho irreconocible, salvo por las huellas dactilares.

La vida de Ramírez Abadía en Brasil era el exponente del lujo. Según explicó Gustavo Salazar, que fue su abogado hasta 1999, Chupeta logró parecer una persona decente e incluso culta, aunque el único culturismo que se le conocía en realidad es el que practicaba en los enormes gimnasios que instalaba en sus casas, siempre dotados de la última tecnología. Al ser detenido, le fueron confiscados 90 millones de dólares (más de 65 millones de euros), en efectivo y en lingotes de oro. Además, Chupeta manejaba de forma habitual 160 móviles, que requisó la policía.

Ramírez Abadía está acusado de dirigir una organización dedicada a transportar estupefacientes a EEUU y Europa, cuyas ganancias regresaban a Brasil una vez lavadas en empresas inmobiliarias y automovilísticas de España y México, entre otros países.