Había ganas de pacificar la situación, de quitar presión a una semana demasiado tensa. Can Vies apostó ayer de forma mayoritaria por la reconstrucción, por tender puentes, y el ayuntamiento de Barcelona intentó recoger el guante. Primero, por la mañana, en un clima casi festivo, una cadena humana formada por centenares de personas inició el desescombro de la zona cero del conflicto. El ayuntamiento dejó hacer. A partir de las siete de la tarde llegó el momento más crítico, la manifestación.

La mañana en Can Vies había sido una explosión de emociones. La convocatoria era a las diez de la mañana en Can Batlló, donde se guardan muchas de las herramientas que en las últimas semanas se fueron sacando de Can Vies en previsión del desalojo que se acabaría produciendo el pasado lunes.

En procesión, con un casco amarillo y los cánticos que llevan una semana paseando por el barrio, llegaron al edificio. Ahí se demostró el fruto de las negociaciones entre el Centre Social de Sants y el Ayuntamiento de Barcelona, ya que la policía dejó que los chavales franquearan la barrera de seguridad que TMB, propietaria del inmueble, colocó la noche antes para curarse en salud en caso de que alguien resultara herido en el intento de levantar de nuevo el edificio. Los dos agentes de la Urbana que custodiaban de manera simbólica el lugar se retiraron a la plaza de Sants, no sin antes preguntar qué iban a hacer con los escombros. Poco antes de que empezara la reconstrucción, el jefe de guardia de los Bomberos alertaba a los jovenes de que la estructura de la finca había quedado dañada por la zarpa de la excavadora que fue incendiada el martes. Lo desmintió después un portavoz del colectivo, que echó mano de la opinión de arquitectos que colaboran con ellos para afirmar que la estructura no corre peligro.

VOLUNTAD MUNICIPAL Hasta tal punto se masticó que la voluntad municipal era tener la fiesta en paz, que incluso se permitió que se formara una cadena humana, que no estaba prevista, que trasladó escombros desde el símbolo okupa hasta la sede del distrito de Sants, a unos 600 metros del lugar. Un responsable de la policía local confirmaba que harían la vista gorda siempre y cuando no hubiera lanzamiento de piedras. Resultaba de lo más llamativo contemplar cómo los amigos de Can Vies se iban pasando rocas de todos los tamaños por la calle de Sants, cortada porque ayer se había instalado la feria de entidades.

En el centro social se trabajó a destajo hasta que llegó la hora de ir a la manifestación. Unos pulían ladrillos que se pudieran volver a aprovechar, otros iban sacando escombros. Un trabajo en equipo ágil y rápido que ya quisieran obras interminables como la Sagrada Familia. Había reparto de agua, un comedor improvisado un poco más arriba, lejos del polvo, música para amenizar la jornada laboral y flores, muchas flores que se colocaron sobre la excavadora que ya se ha convertido en el emblema de lo que, ya admiten todos, incluso el alcalde, que ordenó detener el derribo, nunca debería haber pasado, al menos todavía.

Se espera que la negociación se mantenga, de manera muy discreta, en los próximos días. Difícil apostar por cuál va a ser el próximo paso a dar, pero es probable que los jóvenes puedan acceder, si no lo han hecho la pasada noche, a la finca también ocupada que sigue en pie porque comparte fachada con una vivienda y requería de un derribo manual. Si Can Vies puede volver a existir, es probable que a medio plazo, cuando el enfado de unos y el susto de otros pase, pueda empezar a hablarse de un traslado a otro lugar para hacer efectivo el plan municipal: zona verde. Otro cantar será, aunque se dé con un emplazamiento adecuado, acordar el tipo de gestión. El ayuntamiento puede ceder un espacio, pero querrá controlar, ni que sea sutilmente, su uso. Can Vies, por ahí, no pasará.

Ayer, la marcha por el centro de Barcelona en apoyo al centro social Can Vies del barrio de Sants se disolvió pasadas las diez de la noche si bien una parte de los manifestantes se dividió en grupos que provocaron incidentes y altercados, como la quema de contenedores.

De la veintena de detenidos en días anteriores que pasaron a disposición judicial quedaron en libertad la mayoría, aunque con la prohibición expresa de participar en nuevas manifestaciones. En el caso de uno de los arrestados el juez decretó prisión eludible con una fianza de 10.000 euros.